¿UN
LIBRO CONTRA TUPAQ AMARU?
Rumbo
al Bicentenario de la Independencia resulta contradictorio que se trate de
deslucir el movimientro revolucionario de José GabrielTupaq Amaru, como se
aprecia en una entrevista periodística a Charles Walker, un historiador
norteamericano. Es increíble que se cuestione su lucha que llegó hasta el
sacrificio máximo, de él y su familia, al haber encarnado en 1790 el sueño de
millones de hombres, mujeres y niños, de lograr su llibertad. No he leído aún
el libro del dicho investigador pero valgan sus declaraciones para esta nota de
protesta. La historia no se puede
trastocar con interpretaciones audaces.
Cómo se puede decir que hay testigos presenciales
dicen de que “el líder rebelde vapuleaba
desesperadamente a sus soldados” en Pukin, cuando fracasó el sitio de Cusco, a no ser que esos testigos
presenciales fueran sus enemigos, careciendo entonces de validez sus versiones.
Cómo sostener que “MIcaela Batidas fue capturada cuando escapaba con todos sus
tesoros”, siendo así que pusieron sus
recursos para fianciar este movimiento. Cómo admirarse de que el pueblo de Cusco
no lo apoyó y que “ la población
indígena, luchó contra el rebelde hombro a hombro con criollos, españoles, las
tropas de mulatos procedentes de Lima y hasta curas y monjas que dejaron sus
claustros”, cuando hay que pensar que ellos estuvieron sin duda amedrentados y
amenazados.
Cómo decir siendo un historiador que el apellido de
Tupaq Amaru era Condorcanqui, cuando se sabe que ese nombre correspondía a una
localidad kaneña. Los españoles le decían el insurgente de Condorcanqui para humillarlo
y no reconocer que era kuraka de Tungasuka, Panpamarka y surimana, con
descendencia probaba desde Wayna Qhaoaq. Decirle reiterdamente Condorcanqui en
una investigación no procede.
Los familiares de Tupaq Amaru nunca le dijeron
Pepe. La única que le dio el sobrenombre cariñoso de “Chepe” fue Micaela
Bastidas como se lee en sus cartas. Que había violencia doméstica y que agredía
a su esposa no se conoce. Ella lo dice
en el proceso cuando le preguntan cuánto sabe de la rebelión, para no revelar
el nombre de amigos de la causa libertaria que su esposo no le contaba nada y
que le temía.
Micaela Bastidas, pintura de Etna Velarde |
Esa declaración durante un juicio donde ella fue
torturada física y psicológicamente se entiende. Ellos se conocían desde niños.
Micaela tenía 16 años cuando se casó, y José Gabriel, unos 21: y, en el momento
más cruel de sus vidas ella era muy joven, 35 años preciosos, y tres hijos, y
Tupaq Amaru alrededor de 41 años.
Eso de que ambos eran muy católicos, seguramente,
José Gabriel tenía devoción por la Virgen del Carmen; y, realistas, no
exactamente, estaban viviendo dentro de un régimen. En los últimos días
escribió a Areche asumiendo la responsabilidad de su alzamiento. Había un
sentido de autoridad que en una mejor situación se hubiera roto. Aquello no se
puede afirmar tan ligeramente en un afán
de descubrir lo que no era. En ese momento no podían decirlo abiertamente o no
había llegado el momento. Lo primero era liberar a la gente de los andes de
tanta amargura y dolor, Tupaq Amaru ya estaba en comunicación con lideres de
Ecuador, Colombia, Argentina y Bolivia, que todavía no eran países sino
audiencias y virreinatos.
SIEMBRA Y
COSECHA DEL AGUA
─Anoche cayó la helada─ me dijeron en la estancia donde mi
cansancio se esfumó al tomar una taza de fragante muña. ─Si tienes suerte verás
la paqcha llena de estrellas, cerca del chaki ñan, “el camino de pie”. A su
lado estará una mujer haciendo bailar la rueca en su mano. Ella te dará la
bienvenida con una sonrisa. Es Mama Yaku, “la madre del agua”. No te detengas mucho
tiempo. Tiene encanto y te puedes quedar allí para siempre. Está preocupada. Sabe
que el nevado, su padre, donde nace la
cascada se está derritiendo.
Su
pronóstico fue exacto. El torrente congelado brillaba con gotas que, al reflejo
del sol, parecían estrellas de diamante. Sentada sobre una roca la madre del agua
estaba hermosa con su camisa de bayeta, chaleco bordado y amplias polleras
extendidas. El sombrero que cubría su cabeza tenía diminutas borlas de colores.
Vestía el atuendo de las mujeres de Kuchunbaya, Moquegua, donde cae la cascada.
La
recuerdo al leer con cierto asombro el libro sobre “Cambio climático, crisis
del agua y adaptación
en las montañas andinas” de DESCO*. Por primera vez encuentro investigadores de
la ciudad que aceptan la sabiduría de las comunidades. Su gente ha descubierto por
su cuenta el efecto invernadero y comienza, con su intervención, a combinar conocimientos
y tecnologías prehispánicas con sugerencias
innovadoras para enfrentar el calentamiento global.
¿Cómo
se enteraron de la crisis del agua? En Cusco, Puno y Huancavelica, el maíz y la
papa “los alertaron” de la presencia del fenómeno. Les “dijeron” que debían variar su
habitat y se fueron más arriba de los lugares donde solían crecer. Los pastores
de camélidos están pensando qué hacer. Si el maíz sube a los 4,000 metros y la papa
a los 4,500 metros ,
adónde llevarán sus rebaños.
En
Hawaqo, Lima, están buscando también una solución. Ya tienen el “aviso” de los
amantes del agua. Un hombre
y una mujer cincelados en la roca están desapareciendo.
En
los Andes todo está vivo. Algo que no advierten los gobernantes miopes de la
ciudad, atentan contra la naturaleza y los derechos irrenunciables de los
peruanos. Igual que los ignorantes trillonarios encaramados en lujosos rascacielos
donde no llega el canto
de los pájaros.
Aquellos
que aman la tierra se
resisten a verla morir, porque también es la muerte de sus
hijos. Los investigadores del clima de DESCO observaron que ante los nuevos retos eran capaces de volver a prácticas y
“saberes” ancestrales.
En
la zona altoandina de Lampa (Puno) y
Cailloma (Arequipa), su accesibilidad se hizo evidente al aceptar su propuesta
de técnicas modernas para recuperar y
revitalizar áreas de pastizales naturales, expandirlas y recargar los
humedales.
“Criar”
el agua de las lluvias, que son una “siembra” del cielo en invierno, y guardar la “cosecha” en microrrepresas para su
uso en las épocas siguientes, les pareció magnífico. “Despensas” líquidas cuyo adecuado
manejo puede asegurar el verdor a miles de metros sobre el mar.
Antes
del arribo de los españoles los antiguos agricultores peruanos crearon admirables
sistemas de irrigación, tallaron con franjas de andenerías los cerros para
extender sus fronteras de
subsistencia y ─ en el altiplano sureño construyeron waru
warus, camellones elevados sobre surcos o canales de agua.
Nevados,
cerros, lagunas y ríos protegieron por milenios al cultivo de alimentos y plantas
medicinales en el seno amoroso de Pachamama, la Madre Tierra. Hasta
que vino la globalización había un estrecho nexo con la naturaleza. Un cariño y un respeto
que no existen en las ciudades.
En
el Valle Sagrado, Cusco, me explicaron sobre el fulgor de la Qolqa, un grupo de
estrellas granero. Si todas son brillantes, bien. Si dos o tres son débiles, fatal.
En Yauyos, Lima, la Vía
Láctea “entra al mar y sale por canales subterráneos.” Antes
de limpiar las acequias, los varallos o alcaldes andinos recogen el agua con
estrellas y la llevan en ofrenda a las lagunas, que mantienen su nivel cuando se sienten
amadas.
El
estudioso Santiago Erick Antúnez De Mayolo trabajó años sobre los “indicadores”.
Decía que si las aves hacen sus nidos en la ribera de los riachuelos los surcos
se agostarán. Si anidan en lugares altos el agua bajará a raudales. Las arañas
tejen a futuro sus telas a ras de las corrientes o de lo contrario en sitios
protegidos.
Hay
que reunirse con la gente de las comunidades y los pueblos cercanos
para conversar sobre el tema del agua. Ellos saben cuando adelantan o atrasan
su trabajo en los campos. La maway es una siembra temprana, precoz. “Papita
primeriza, ésa, no se come sin su dueña”, dicen los waynos, porque es más pequeña
y dulce. En el otro extremo la q’epa tarpuy es tardía.
Las
cosechas son rotativas y se aplica el
ayni y la minka, “la reciprocidad y el trabajo colectivo” que
funcionan desde épocas antiquísimas. Hay alternativas propias para cada región.
Por eso el tratamiento no es similar. Los cultivos son selectivos.
La
pillpinto, una variedad de papa huancavelicana de color, o la yana huanuqueña,
que es negra, sólo crecen en determinado sitio y es inútil pensar en
trasladarlas. Su secreto se debe al tipo de minerales donde echan sus raíces. El
choqllopoqochi, un pajarito negro “que hace madurar al maíz” aparece sólo en el
Valle Sagrado de los Inkas, Cusco. No vuela a otras partes.
Por
lo menos ocho millones de peruanos viven en el campo, agrupados en unas 7,000
comunidades y más de 100,000 pueblos. De ellos depende el resto. Los peruanos
tenemos que ponernos en acción. Según los expertos del clima, el Perú es el país con más
riesgos climáticos a nivel mundial. El agua es vida. Si por desgracia se
acabaran los glaciares podríamos recurrir a la Amazonía. ¡No hay que
hipotecarla! ¡Ese manto verde con agua en el interior de sus carrizos es
nuestro!
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(*)
DESCO. Centro de
Estudios y Promoción del Desarrollo.
Alfonsina
Barrionuevo