domingo, 7 de diciembre de 2014

LOS APUS Y JOSE CAMA          
He hablado hace un par de días con José Cama. Para mí es grato porque es hijo de Mario Cama. Estuvimos hablando sobre las revelaciones de la Pachamama Waqaypata Qosqo. Le conté que en una sesión ella dijo que antes existió en el lugar un gran lago que a partir de 1911 se comenzó a llamar  lago Morkill. Un día se vació y ella apareció en un lugar seco y los primeros habitantes del lugar le llamaron Pachamama Qosqo Wanka, “la madre tierra que está en la gran peña del centro.” Ellos bajaron del altiplano y le tomaron cariño. Después llegaron los Inkas.
Las declaraciones de la Pachamama adquieren mayor valor cuando se lee a Juan de Betanzos quien se refiere a la identidad de los primeros pobladores del Qosqo.
Le comenté a José, que es un joven altomisayoq que la decisión de su padre para dedicarme sesiones completamente privadas me dio a conocer aspectos inéditos sobre los Apus y la Pachamama.  Después de la muerte prematura de Mario no pude encontrar otro altomisa que entendiera  lo que quería hacer, entrevistarlos. José no lo pensó mucho. De inmediato me propuso que continuáramos las sesiones para restablecer esos diàlogos que son tan importantes. Me pareció estupendo. Cuando vaya a Qosqo le avisaré y comenzaremos.  El hilo quedará entonces restablecido. Ya no estará trunco.
________________________________________________________
Notas del libro “Hablando con los Apus”. Los que quieran un ejemplar pedirlo a miskha@terra.com.pe.


MAGIA Y DULZURA DEL SAUCO
Entre 2,500 y 3,000 metros de altura las uvillas del sauco crían dulzuras. Su miel es pura ambrosía. Un aura abrigada engríe a sus diminutos frutos que ensayan sus juegos meciéndose en columpios de brisa. Sus virtudes, si fueron conocidas por las amas de casa, estuvieron olvidadas. Se borraron de su memoria. Hasta que un día, unas décadas atrás, reaparecieron con fuerza en el Qosqo (*).
Los codiciados potes, que contenían la gentil mermelada, viajaron de pronto a la capital imperial desde Paucartambo. Hasta entonces la conserva de frutilla fue reina y señora de los afortunados paladares que degustaban su sabor con la nata de leche, servida con placer en sus desayunos.

El sauco (Sambucus nigra) llegó  con humildad, mientras la frutilla se fue ausentando del Valle Sagrado de los Inkas arrasada por las plagas. Poco a poco la sustituyó y se convirtió en el nuevo acompañante de la famosa crema que es buscada por los turistas que llegan a la ciudad puma. La conserva de fresa le sigue haciendo batalla como segundona; pues, en primer lugar están el sauco con el aguaymanto de aroma y presencia singular.
Se pensaba que el sauco era nacional, procedente de huertos preinkas. Sin embargo, hay duda sobre su origen. Podría ser europeo, pero existe también en  el Africa y Estados Unidos de Norteamérica. También se dice que hay un sauco peruviano, pero no se ha llegado a decantar su identidad, que sigue en vereda.
En el  Ministerio de Agricultura aseguran que este arbusto alto, casi un árbol, de flores blancas y frutos de un lindo color morado pertenece a Europa, Asia, Norte de Africa y Norte de América. Su nombre científico es “Sambucus Nigra” y provendría del griego  “sambuke”; que significa flauta, porque en épocas pasadas se fabricaba este instrumento musical empleando sus ramas.

“Existen muchas variedades,” ─dice el blog de peru.com/cocina-peruana/el-sauco─ “Casi todas ellas toman el nombre de la región donde se cultiva. Por ejemplo, en México es Sambucas mexicana, en Perú es Sambucas peruviana, etc.     
Agrega el blog que “su uso  desde el neolítico está relacionado con la magia. La vara de los magos en la antigüedad era de la madera de este árbol.”
Viéndolo así  habría una asociación del sauco con los duendes. En Google dice que son “criaturas feéricas”, las cuales se mueven en el mundo de las hadas.

En el Qosqo mucha gente del campo no quiere tener saucos en sus huertos porque afirman que estos árboles “jalan a los duendes”. Ana María Gálvez, Directora del Museo Histórico “Inca Garcilaso”, escuchó está versión. Días más tarde un familiar le refirió que había visto un par de duendes muy pequeños sentados en su ropero. Ellos gesticulaban, al parecer en una conversación muy entretenida, moviendo los pies calzados con babuchas terminadas en punta. “Apenas sintieron que eran mirados se esfumaron, contó aquel. Por supuesto que en el patio de su casa hay un sauco.
Recuerdo que Mercedes, una hermana de mi padre, me relató la historia de Nicolasa Pesque, quien tenía su casa en la plaza principal de Huaro, Quispicanchis. Resulta que de pronto comenzaron a llover piedrecillas de río en el interior de ella. Al principio encontraron una que otra en el suelo, sin darles importancia. La situación se tornó crítica cuando comenzaron a caer en la sala en gran cantidad.

Entonces se reunieron las vecinas, llamaron al párroco y comenzaron a rezar el Santo Rosario. Una de ellas llevó a su hijito que era un niño casi mudo, “un inocente”, encargándole que no se moviera de su lado. Así fue, cuando ─inesperadamente- comenzó a reir con intervalos. La mamá no le hizo caso levantando la voz para que no le escucharan, pero sus carcajadas se hicieron sonoras y todas callaron. ¿Qué le pasaba?
Ella le atizó un coscorrón y éste, en medio de lloros y pucheros, explicó que debajo de una banca había visto unos hombrecitos, con unos gorros largos y babuchas enroscadas en la punta que se daban de puñetes entre ellos y se ponían de cabeza cuando las señoras decían: “Santa María, Madre de Dios.” Eso le divertía hasta que no pudo aguantar la risa. Por cierto que los duendes desfilaron cuando el señor cura hizo que le llevaran agua bendita y roció los ambientes  de la casa.
Esto de los duendes parece que se da en muchos pueblos sin que tengan similitud con los de otros países salvo en las babuchas. Pero, hasta eso. En una tumba hallada en Wilkapanpa, último bastión de Manko Inka, se ha encontrado una cerámica que aparenta ser una babucha con las punta hacia arriba.

Que yo sepa, la zapatilla que usaba la qoya ─esposa del inka─ era de plata finamente entrejida y no sería raro que terminara ligeramente en punta. Igualmente, el shukui de cuero de camélido que se usa en el centro del país y en el sur de Lima, terminan ligeramente en punta. Ninguna relación con las zapatillas de los duendes.
En Google se dice que el muki y el chullanchaki son duendes. En realidad nada de eso. Para el Perú son personajes o personajillos mágicos, junto con el ichiq´ollqo, el uchuchulko y otros.
Sobre los duendes del sauco, que más parecen virreinales, sólo debo agregar que si existen en el imaginario popular, están allí para dar al fruto alegría y sabor. La mermelada de sauco, un poco agridulce y ─por lo mismo─ atractiva, está en el renglón de las frutas exóticas que están saliendo al extranjero con la marca Perú. Que le vaya bien. Con duendes o sin duendes siempre es deliciosa. 
  (*) Qosqo. Cusco.

Alfonsina Barrionuevo

No hay comentarios.:

Publicar un comentario