LA
PROFECIA DEL QORIQENKA
En P’isaq, frente
a la soberbia ciudad inka, en un morro elevado sobre el Willkamayu, existe un
monolito que tiene la figura de una mujer con el phullu o manta doblado sobre
su cabeza. Ella es Inkill Chunpi, la hija del noble Wayllapuma, kuraka de esas
tierras, petrificada por su curiosidad.
Su pueblo
estaba asentado en las alturas del gran cerro de las perdices. En tiempo de lluvias sufría el asedio de los
feroces antis y aunque tenía amistad con
los Inkas ellos no podían cruzar el río cuando aumentaba de caudal.
En estas
circunstancias nació Inkill Chunpi y Wankar K´uichi, el oráculo del arco iris
que estuvo prisionero en uno de los cerros, profetizó que ella resolvería el
problema. “Uno de sus pretendientes construiría el puente que necesitaban en
una sola noche.”
En efecto la mano de la hermosa fue muy solicitada pero apenas se conoció la
condición impuesta por el temido Wankar K’uichi los pretendientes desistían.
Sólo un
valiente mozo, Asto Rimaq, de origen walla, se atrevió a quedarse.
Lo hizo porque
“su mentor”, un ave increíble llamada
Qoriqenka, que sabía hablar, le dijo que el puente se haría solo.
Ambos debían
hacer el intento. Bajar hasta el Willkamayu, el río de encrespadas aguas. En su
orilla se quedaría Asto Rimaq, y ella, pasando la corriente sin cuidado porque
bajaría hasta sus tobillos debía subir el cerro regando lentamente sagradas hojas
de coca.
Sin embargo no
debía mover la cabeza pasara lo que
debía pasar. Si lo hacía ellos no volverían a verse y no quedaría esperanza para
los suyos.
Nada más
fácil, pero cuando ella sintió que las rocas se movían uno y otro lado con un trajín colosal,
arrancándose de sus canteras, chocando entre ellas. despidiendo chispas de
colores con el fondo del cielo que de negro se tornaba rojo y así otra vez, mientras haces de rayos lo
rasgaban, no puo contenerse y se volvió para mirar. Al momento el movimiento
cesó y todo quedó en silencio como antes.
El gigantesco
puente no pudo hacerse. Ella se convirtió en piedra, nunca se supo qué le
sucedió a Asto Rimaq y ante la fatalidad
el corazón de Waylla Puma se detuvo.
El Qoriqenka no
pudo sobreivir a la pérdida de su joven príncipe. Antes de morir pidió que
entregaran al Inka reinante tres de sus plumas. La amarilla, según indicó, era
símbolo de riqueza; la azul, sinónimo de
sabiduría y la roja, de poder.
Siempre deberían estar juntas. Si las
separasen determinarían la caída del Tawantisuyu. Wayna Qhapaq que no lo sabía,
porque era un secreto, dividió las plumas que estaban sobre su frente, ceñidas
por la maskapaycha entre sus hijos Waskar y Atawallpa”, llegando trágicos días
para el imperio.
LA
CIUDAD DE LAS P’ISAQAS
A orillas del
Willkamayu, el río sagrado que corre por cauces de piedra labrada domeñando su furia, comienzan las franjas de
luz y sombra de los famosos andenes de P’isaq. Una ciudad de leyenda que fue
construída en una cresta de roca azul, casi sobre el aire, para avizorar el más
hermoso de los valles cusqueños.
Los habitantes
de P’isaq, que carecieron de tierras de cultivo, tallaron las laderas del
mítico cerro Linle donde vivían patentando una agricultura aérea. En las gigantescas
escalinatas que trepaban hasta la ciudad hicieron florecer el maíz más grande y
dulce del imperio, las frutas más selectas, las flores más bellas y plantas
medicinales diversas.
Allí llegaron
a tener su asiento los khuyus, gente muy muy belicosa, a quienes los inkas
pasaron por las armas, quedando sólo las mujeres y los niños. A Pachakuteq le
gustó su paisaje y lo tomó para su panaka.
El lugar ya se
llamaba P’isaq por la gran cantidad de perdices o p’isaqas que existían en sus
escarpas. Hoy los campesinos han vuelto a llamarle con suma veneración Linle,
sin que se pueda explicar el significado de esta palabra.
Henry Georges
Squier, el ilustre viajero francés, habla con admiración de este monumento
guerrero y afirma que en conjunto es tan notable como Saqsaywaman y comparable
solamente con los fuertes de las colinas
de la India.
“En P’isaq,
escribía el canónigo Maximiliano Rendón, destacan las murallas ciclópeas de la
falda oriental, extensas y grandiosas,
las portadas de piedra que ostentan detalles precisos, de líneas
perfectas. los admirables acueductos que conducían, como arterias por la montaña sagrada, el líquido elemento a
todos sus flancos y explanadas.”
“Aún se puede
apreciar torres avizoras y bastiones a lo largo de los galayos del monte como
nidos de cóndores, acueductos, sifones y alcantarillas, que conducían el agua
en un espacio de unos siete kilómetros. Dos ciudades pétreas, un observatorio
astronómico, templos magníficos, el intiwatana y la necrópolis en las oquedades
de un peñón, donde colocaban a sus
muertos para que protegieran el sueño de los vivos.”
La ciudad inka de P’isaq se encuentra
en magnífico estado siendo muy visitada. La ciudad española, fundada en a parte
baja, se engalana cuando celebra a la Virgen del Carmen. la iglesia ha sido
restaurada y pintada al estilo de las otras iglesias cusqueñas.
Los pueblos aledaños asisten a la
fiesta con sus galas y en los últimos años se han formado conjuntos de saqras,
qollas, waka wakas, qhapaq negros, qhapaq ch’unchos y otros que bailan en la
plaza y acompañan a las imágenes que son dos.
Las santas señoras mellizas fueron
encontradas en la pared de una hacienda que estaban desatando para cambiarla.
Habían sido colocadas en cajas individuales y estaban intactas. La procesión a
medio año puede ser aprovechada para visitar los barrios imperiales de la parte
superior y asistir a la misa que es muy concurrida.
Un dato para
los turistas. En los domingos hay ferias de artesanías de tejidos y cerámicas
propias del lugar. Está a unos treinta kilómetros de Cusco y hay automóviles,
combis y omnibuses de transporte.
Alfonsina Barrionuevo
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