LA AMADA DEL SALKANTAY
Una ñusta o princesa inka enamorada del nevado Salqantay subió hasta sus escarpas venciendo mil dificultades y acarició sus nieves.
El Apu, según la leyenda, admiró su valentía y la convirtió en una orquídea (Masdevallia amabilis) que crece a su lado. Su nombre es Wiñay Wayna, “eternamente joven”.
En el enfrentamiento del ejército
inka con los rebeldes poqras de Ayacucho, los guerreros imperiales llevaron en
sus escudos esta orquídea como insignia imperial. Los otros tenían como símbolo
al wamancha o halcón. Su historia fascinó al sabio huarochirano Julio C. Tello,
quien pensó que era el nombre adecuado para bautizar al último templo que da
acceso al Santuario de Machupiqchu: Wiñay Wayna.
LAS ORQUÍDEAS DE INKATERRA
En
abril del 2006, antes de ascender con Verónica Haaker al Phutukusi, uno de los
cerros guardianes de Machupiqchu, tuvimos el placer de ver jardines de orquídeas
de Inkaterra Machupiqchu Pueblo Hotel.
Entre
la neblina y la lluvia, Carmen Soto Vargas,
su bióloga jefe, nos mostró la Wiñay Wayna y nos fue informando con
minuciosidad las características en general de estas flores de lujo. Teníamos
la suerte de estar en su espacio vital, también recinto de helechos, bromelias, palmeras y plantas nativas medicinales; aves
como los colibríes, los quetzales y el relojero montés; igual que osos de anteojos que disfrutan un banquete de
frutas a diario en sus “suites privadas” o espacios donde se sienten casi
libres.
Avizorar
al gallito de las rocas, balanceándose como un tizón de fuego en una rama a
corta distancia, fue excepcional. Igualmente, contemplar el vuelo de la
mariposa alas de cristal o la presencia cerca de los bebederos de ejemplares
desconocidos como el colibrí cola de raqueta.
Protegidas
por sendos paraguas, ahí recibimos una
clase magistral de la bióloga comenzando desde la protección del entorno. En
1975, José Koechlin, de Inkaterra Asociación, restauró
bosques que habían sido talados por antiguos habitantes con fines agrícolas, y conservó
los árboles nativos para recuperar especies de flora y fauna de interés o en
peligro de extinción.
Su
afán por defender el ecosistema del lugar, uno de los atractivos conexos al santuario, lo impulsó a dedicar una buena
extensión del área que ocupa su hotel con ese noble propósito. La Madre Naturaleza le respondió con creces. Muchos
viajeros llegan de otras partes del mundo exclusivamente para contemplar la
diversidad de orquídeas que posee.
Machupiqchu
es ideal para descubrir tal riqueza, porque en su bosque de nubes tiene cinco
microclimas, desde los 1,800 hasta los 5,000 metros de altura.
Sólo en los jardines del hotel, el
biólogo Ricardo Fernández, investigador del Museo de Historia Natural “Javier
Prado” de la Universidad Nacional Mayor Nacional de San Marcos, ha registrado
de 372 especies de orquídeas nativas, de las cuales muchas son nuevas para la
ciencia en variedad, nombre y género.
La
idea que se tiene de las orquídeas como una especie de flores grandes y con colores llamativos, de pétalos alargados
y hojas a manera de cintas” no concuerda con la realidad. Algo de eso conocía, pues,
en un viaje a Chachapoyas me enseñaron que la mayoría de las especies de orquídeas
son de flores diminutas.
Toda
una mañana las fuimos viendo con la especialista. Unas muy pequeñas, de pocos
milímetros de longitud, que se mecían en las hamacas del aire, o que aparecen
como bellísimas miniaturas mimetizadas con los troncos de los árboles. También dijo que no
son parásitas como se cree. Hay terrestres que crecen a nivel del suelo,
litofitas sobre piedras y rocas, epifitas abrazadas a los árboles, hemiepifitas
que hunden sus raíces en el suelo y trepan en busca de luz, y de extraño gusto
como las saprófitas, que se reproducen
sobre materia en descomposición.
Yo pensaba
que las orquídeas no tenían fragancia, porque según otra leyenda descienden de
una mujer que rechazó al guerrero que la amó desesperadamente, siendo fría y
distante. Pero no es así. Con Carmen Soto nos acercamos a una cuya fragancia
era exquisita. Unas perfuman el día, nos explicó, y otras, la noche. En el caso de una
tercera variedad huelen mal, a carroña o
pescado putrefacto.
Seguimos
enterándonos de intimidades de las orquídeas. No imaginaba que alguna abeja
solterona recurriera a beber su néctar insinuante en búsqueda de amor,
llevándose además su polen en las patas. Los colibríes también las ayudan en
esta fase y en mutuo beneficio. Igualmente mariposas y hasta moscas. Luego de la polinización
se forma el fruto o cápsula que después
de 3 a7 semanas de maduración producirá hasta 4´000,000 de semillas que se irán
en alas del viento.
La
duración de las flores es variable, entre una vez al año o a lo largo de los 12
meses.
Le
pregunté a nuestra anfitriona de los senderos si la orquídea negra es un mito.
Contestó que aún no ha sido vista. Por ahora interesan las reales. Una dedicada
a Pachakuteq, el gran Inka legislador y urbanista, lleva el nombre científico
de Epidendrum
pachakuteqianum, Hágsater & Collantes. Otra, la wakanki (Masdevallia veitchiana), que es muy
bella representa a Machupiqchu. Dos
nuevas Epidendrum quispei, sp.nov y Telipogon sp, recordarán por siempre a Moisés
Quispe, antes agricultor cocalero de la zona y luego jardinero apasionado, quien aprendió a
identificar, colectar y cultivar las
orquídeas nativas en forma autodidacta, hasta el año 2004 en que fue atrapado
por un deslizamiento de tierra.
La Society
American Orchid ha premiado otro estreno: la Kefersteinia koechlinnorum, Denise. Lo ha hecho en homenaje a los
cuidados que prodiga a su ambiente Denise Guislain de Koechlin y en consideración a que el jardín de orquídeas de Inkaterra
Machupiqchu Pueblo Hotel es el centro de mayor cantidad de especies nativas
expuestas al público en su habitat
natural en el mundo.
Sus
áreas verdes, además de las circundantes —como las que se encuentran en la
ribera del río Alqamayo― constituyen el mayor centro global de conservación in
situ de orquídeas y el más grande banco de germoplasma creado para repoblar
aquellas que han sido afectadas por factores antrópicos, como la tala, las quemas
e incendios que caracterizan al período de estiaje y el ganado que se come a las orquídeas
terrestres como pasto, pisoteando el sustrato que es su hábitat.
La
obra de José Koechlin y su equipo de biólogos, jardineros e intérpretes que trabajan
para conservar las maravillas del entorno de Machupiqchu debe ser un ejemplo
para otras empresas e instituciones dedicadas al turismo, pero que olvidan al imán que puede ser la madre naturaleza, en un
país que tiene 84 de las 105 zonas de
vida o pisos ecológicos existentes en el
mundo.
Alfonsina Barrionuevo
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