DOMINGO DE RAMOS
Una visión bíblica en Ayacucho cuando la ciudad era pequeña y llena de sueños. Las huamanguinas le daban elegancia con sus trajes y rebozos de estreno. Todavía podían caminar con los choclos de oro y perlas en las orejas y uno más grande abrochando la manta sobre la blusa de seda.
Al atardecer el sol arrojaba
sobre ellas y los acompañantes de las cofradías sus reflejos dorados. Todos
llevaban palmas y las agitaban al paso del Cristo que salía de la Catedral en
su pollina para dar una vuelta por la ciudad.
Era el inicio de la Semana Santa.
El día Martes Santo saldría
el Señor del Huerto. El Miércoles, el Nazareno de Julcamarca del santuario de las
clarisas, el Jueves era la visita a los monumentos a la Eucaristía, y el Sábado
con el Domingo, de madrugada, el Señor de la Resurrección.
Nada será igual a esa Semana
Santa que me hizo llamar a Ayacucho “la
Sevilla de Perú”. Puro fervor, unción e incienso flotando en el aire. Unos días
para pensar en el recorrido del Calvario en una ciudad tranquila, sumergida en
la paz, evocando el martirio del Cristo.
Una de las Semanas santas de
Perú que tienen un encanto singular, la gracia de la fe.
ALIMENTOS QUE CAMBIARON AL MUNDO
Hace
más de cuatro siglos que le crecieron alas a la papa para salvar del hambre al Viejo Mundo. Al llegar a las ollas
europeas les ayudó a vivir. Ahora está en la mesa de la Humanidad entera como
una estrella comestible.
Lo
mismo es con la quinua, otra contribución incomparable de Perú.
Ambas
especies alimenticias proceden del Altiplano, en torno del Titiqaqa, el lago
del “puma de piedra”, cuyos antiguos
habitantes las domesticaron para el
pasado, presente y el futuro del planeta.
Antonio Brack Egg, doctor
en Ciencias Naturales, destaca su importancia en el libro: “Recursos genéticos de Perú que
cambiaron al mundo”. Aporte que enaltece al genio creador de los
peruanos prehispánicos. “En las cuevas de “La
Paloma” en Chilca, Lima, y en otras partes —dice Brack— se han hallado
restos de alimentos con una antigüedad de miles de años.”
Nacido
en Villa Rica, Oxapampa, lo arroparon en su cuna montes y ríos caudalosos, imprimiéndole
su sello. En su interior nunca dejó de ser el niño khalapata (pies descalzos) que
jugaba con los yanesha en Villa Rica. Ni cuando se fue
a estudiar la secundaria en Huancayo, estrenando zapatos que le ampollaban los
pies; ni cuando se doctoró como ecólogo en una universidad alemana; ni cuando le
clavó los colmillos en la muñeca una víbora loromachakuy y él se abrió la herida con un cuchillo para chupar y
escupir su veneno, ni cuando asumió el difícil cargo de primer Ministro del Ambiente
en la historia del país.
En
su corazón Antonio Brack lleva
tatuada la historia de ese niño montaraz, acostumbrado a la libertad en bosques
de ramajes ondulantes cargados de loros
gritones. Lo demás parte de allí para
adelante, porque él mismo es un cedro añoso y sabio.
Su
visión de Perú se levanta del paraíso de
su infancia. “El hambre no existe en el
campo” —sentencia— “La gente es
pobre cuando sólo tiene arroz y fideo en la ciudad”.
“La Amazonía –agrega con orgullo- es la
región con mayor variedad de frutales, unas 507 especies exclusivas, que necesitan ser estudiadas y desarrolladas para
llegar a los mercados del mundo, ávidos de nuevos olores y sabores.
Nuestro
estudioso es muy conciente de la amenaza de extinción que se cierne sobre varias
especies peruanas. “Los estudiantes de hoy ignoran cómo se llama un árbol que está en el Escudo Nacional. La quina, que hoy se cultiva en África,
mientras aquí se asiste con indiferencia
a su inminente desaparición. Su corteza curó de la malaria o paludismo a la
esposa del virrey Conde de Chinchón en 1638. Los jesuítas la probaron en su
pequeño hospital y los palúdicos se curaron. Su uso se extendió y en el siglo
XIX se extrajo la quinina, un
alcaloide que benefició a millones de enfermos, sin conocerse que era de Perú.”
Antonio Brack Egg nombra risueño al
tomate, otro recurso que hemos dado al mundo. “No es posible
imaginar las pastas italianas sin su salsa. Este fruto deriva de especies
andinas y fue llevado a Centro América y México en el siglo XVI. Cuando llegó a
Europa, le llamaron curiosamente “pommed’amour
(manzana de amor) y “pomo d’oro” (manzana de oro) El tomate
es fuente de vitaminas, como las B1, B2,
B5 y C, y también de carotenoides, como el licopeno, que baja la inflamación de
la próstata en los hombres; además de hidratos de carbono y de azúcares
simples. Su identidad siempre será peruana aunque se produzca en Estados
Unidos, India, Turquía, Egipto, Italia, España, Irán y Brasil. No olvidemos al sachatomate o tomate de árbol para un dulce notable”.
“Otro
regalo fragante de la Amazonía es el cacao, agrega. En mi niñez comíamos su
pulpa blanca con deleite. Mi mamá tostaba el cacao y preparaba chocolate con chancaca ciento por
ciento puro. Su nombre científico de Theobroma, “manjar de los dioses”, haciendo
alusión a su sabor y aroma. En Austria y Bélgica es considerado una golosina “que
produce una sensación de felicidad”. Tenemos numerosos cacaos y estamos recuperando un cacao de fantasía, el cacao porcelana, que se creía extinto
en las vertientes de Piura.”
“Otro
recurso importante que salió de nuestras
fronteras es el frijol, purutu, poroto o
judía”, rememora el estudioso. “Los centros de domesticación están en el Perú
y México. Nuestra variedad más característica es la ñuña, numia o frijol
reventón, que se come tostado, como pop corn. Las vainitas verdes son para ensaladas.
El frijol forma parte de platos de fondo y los hay de diferentes tamaños y
colores. El frijol colado es amado por los niños en Ica como un postre de lujo. En las culturas antiguas aparece en las
cerámicas y, según parece, fue usado en
el norte para las artes adivinatorias.”
En
los valles secos de Ayacucho,
Huancavelica, Ancash, Apurímac y Arequipa las
tunas se prenden en sus orejas
alegres zarcillos. “Sus frutos blancos,
amarillos, rojos y morados son invitadores”, resalta. “En tiempo de calor, una
tuna heladita es refrescante. El Perú es
el primer productor de la cochinilla,
que es huésped de la tuna y da el carmín
que se da color al “Campari”, a lápices labiales y tejidos”.
Los
recursos genéticos de Perú que cambiaron al mundo son numerosos y el Dr. Brack Egg
menciona a los ajíes (Capsicum) de sensacionales picores que
dan un toque aromático a las comidas. Se trata de un abanico de tamaños y cromos,
ají escabeche, cerezo, ají dulce amazónico, limo, charapita, panka, pukunuchu, muruku, bombillo y saqrasillu,
además de varios aún silvestres. Hay uno
que es propio del Ande: el rocoto. “El
Inka Garcilaso, anota, decía que es el condimento más usado por la gente de mi
tierra en guiso, cocinado o asado.”
Sus
recorridos por las trochas de la Amazonía, los caminos del Perú, las ciudades
de medio mundo y la Antártida, serán un gran atractivo en sus memorias. La
quinina le quitó dos veces la tembladera del chukchu o paludismo; resistió al sarampión como un guerrero y,
a los cinco años de edad, se tragó una aguja que se la extrajeron de la
vejiga treinta años después.
Siendo
estudiante, la TBC lo atacó, “porque si en Lima no tienes plata, robas o pides
limosna, te mueres de hambre”. Y pasando
los cuarenta le dio un aneurisma abdominal que necesitó de doce centímetros de
aorta de teflón para "reencaucharlo".
“Soy un sobreviviente de cuanto he vivido”,
finaliza nuestro ilustre personaje, y agrega: “Por eso, incluso, no acepto
que periodistas jóvenes me cuestionen
sin haber salido de Lima por problemas
mineros que desconocen. Son opinólogos sin sustento de la realidad”.
Alfonsina Barrionuevo
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