domingo, 13 de abril de 2014

DOMINGO DE RAMOS

Una visión bíblica en Ayacucho cuando la ciudad era pequeña y llena de sueños. Las huamanguinas le daban elegancia con sus trajes y rebozos de estreno. Todavía podían caminar con los choclos de oro y perlas en las orejas y uno más grande abrochando la manta sobre la blusa de seda.
Al atardecer el sol arrojaba sobre ellas y los acompañantes de las cofradías sus reflejos dorados. Todos llevaban palmas y las agitaban al paso del Cristo que salía de la Catedral en su pollina para dar una vuelta por la ciudad.
Era el inicio de  la Semana Santa. 

El día Martes Santo saldría el Señor del Huerto. El Miércoles, el Nazareno de Julcamarca del santuario de las clarisas, el Jueves era la visita a los monumentos a la Eucaristía, y el Sábado con el Domingo, de madrugada, el Señor de la Resurrección.
Nada será igual a esa Semana Santa  que me hizo llamar a Ayacucho “la Sevilla de Perú”. Puro fervor, unción e incienso flotando en el aire. Unos días para pensar en el recorrido del Calvario en una ciudad tranquila, sumergida en la paz, evocando el martirio del Cristo.

Una de las Semanas santas de Perú que tienen un encanto singular, la gracia de la fe.



ALIMENTOS QUE CAMBIARON AL MUNDO

Hace más de cuatro siglos que le crecieron alas a la papa para salvar del hambre al Viejo Mundo. Al llegar a las ollas europeas les ayudó a vivir. Ahora está en la mesa de la Humanidad entera como una estrella comestible. 

Lo mismo es con la quinua,  otra contribución incomparable de Perú.
Ambas especies alimenticias proceden  del Altiplano, en torno del Titiqaqa, el lago del “puma de piedra”,  cuyos antiguos habitantes las  domesticaron para el pasado,  presente  y el futuro del planeta.
Antonio Brack Egg, doctor en Ciencias Naturales, destaca su importancia en el libro: “Recursos genéticos de Perú que  cambiaron al mundo”. Aporte que enaltece al genio creador de los peruanos prehispánicos. “En las cuevas de “La Paloma” en Chilca, Lima, y en otras partes —dice Brack— se han hallado restos de alimentos con una antigüedad de miles de años.”

Nacido en Villa Rica, Oxapampa, lo arroparon en su cuna montes y ríos caudalosos, imprimiéndole su sello. En su interior nunca dejó de ser el niño khalapata (pies descalzos) que  jugaba con los  yanesha en Villa Rica. Ni cuando se fue a estudiar la secundaria en Huancayo, estrenando zapatos que le ampollaban los pies; ni cuando se doctoró como ecólogo en una universidad alemana; ni cuando le clavó los colmillos en la muñeca una víbora loromachakuy y él se abrió la herida con un cuchillo para chupar y escupir su veneno, ni cuando asumió el difícil cargo de primer Ministro del Ambiente en la historia del país.
En su corazón Antonio Brack lleva tatuada la historia de ese niño montaraz, acostumbrado a la libertad en bosques de ramajes ondulantes  cargados de loros gritones.  Lo demás parte de allí para adelante, porque él mismo es un cedro añoso y sabio.
Su visión de Perú se levanta  del paraíso de su infancia. “El hambre no existe en el campo” —sentencia— “La gente es pobre cuando sólo tiene arroz y fideo en la ciudad”.

“La Amazonía –agrega con orgullo- es la región con mayor variedad de frutales, unas 507 especies exclusivas, que  necesitan ser estudiadas y desarrolladas para llegar a los mercados del mundo, ávidos de nuevos olores y sabores.

Nuestro estudioso es muy conciente de la amenaza de extinción que se cierne sobre varias especies peruanas. “Los estudiantes de hoy ignoran cómo se llama un árbol que está en  el Escudo Nacional. La quina, que hoy se cultiva en África, mientras aquí se asiste con indiferencia  a su inminente desaparición. Su corteza curó de la malaria o paludismo a la esposa del virrey Conde de Chinchón en 1638. Los jesuítas la probaron en su pequeño hospital y los palúdicos se curaron. Su uso se extendió y en el siglo XIX se extrajo la quinina, un alcaloide que benefició a millones de enfermos, sin  conocerse que era de Perú.”

Antonio Brack Egg nombra risueño al tomate, otro recurso que hemos dado al mundo. “No es posible imaginar las pastas italianas sin su salsa. Este fruto deriva de especies andinas y fue llevado a Centro América y México en el siglo XVI. Cuando llegó a Europa, le llamaron curiosamente “pommed’amour (manzana de amor) y  “pomo d’oro” (manzana de oro) El tomate es fuente de vitaminas,  como las B1, B2, B5 y C, y también de carotenoides, como el licopeno, que baja la inflamación de la próstata en los hombres; además de hidratos de carbono y de azúcares simples. Su identidad siempre será peruana aunque se produzca en Estados Unidos, India, Turquía, Egipto, Italia, España, Irán y Brasil. No olvidemos al sachatomate o tomate de árbol para un dulce notable”.

“Otro regalo fragante de la Amazonía es el cacao, agrega. En mi niñez comíamos su pulpa blanca con deleite. Mi mamá tostaba el cacao  y preparaba chocolate con chancaca ciento por ciento puro. Su nombre científico de Theobroma, “manjar de los dioses”, haciendo alusión a su sabor y aroma. En Austria y Bélgica es considerado una golosina “que produce una sensación de felicidad”. Tenemos numerosos cacaos  y estamos recuperando un cacao de fantasía, el cacao porcelana, que se creía extinto en las vertientes de Piura.”
“Otro recurso  importante que salió de nuestras fronteras es el frijol, purutu, poroto o judía”, rememora el estudioso. “Los centros de domesticación están en el Perú y México. Nuestra variedad más característica es la ñuña, numia o frijol reventón, que se come tostado, como pop corn. Las vainitas verdes son para ensaladas. El frijol forma parte de platos de fondo y los hay de diferentes tamaños y colores. El frijol colado es amado por los niños en Ica como un postre de lujo.  En las culturas antiguas aparece en las cerámicas y, según parece,  fue usado en el norte para las artes adivinatorias.”

En los valles secos de  Ayacucho, Huancavelica, Ancash, Apurímac y Arequipa las  tunas se prenden en sus orejas  alegres zarcillos. “Sus frutos blancos, amarillos, rojos y morados son invitadores”, resalta. “En tiempo de calor, una tuna heladita es refrescante. El Perú es el primer productor de la cochinilla, que es huésped de la tuna y da el carmín que se da color al “Campari”, a lápices labiales y tejidos”.

Los recursos genéticos de Perú que cambiaron al mundo son numerosos y el Dr. Brack Egg menciona a los ajíes (Capsicum) de sensacionales picores que dan un toque aromático a las comidas. Se trata de un abanico de tamaños y cromos, ají escabeche, cerezo, ají dulce amazónico, limo, charapita,  panka, pukunuchu, muruku, bombillo y saqrasillu, además de varios aún  silvestres. Hay uno que es propio del Ande: el rocoto. “El Inka Garcilaso, anota, decía que es el condimento más usado por la gente de mi tierra en guiso, cocinado o asado.”
Sus recorridos por las trochas de la Amazonía, los caminos del Perú, las ciudades de medio mundo y la Antártida, serán un gran atractivo en sus memorias. La quinina le quitó dos veces la tembladera del chukchu o paludismo; resistió al sarampión como un  guerrero y,  a los cinco años de edad, se tragó una aguja que se la extrajeron de la vejiga treinta años después.

Siendo estudiante, la TBC lo atacó, “porque si en Lima no tienes plata, robas o pides limosna,  te mueres de hambre”. Y pasando los cuarenta le dio un aneurisma abdominal que necesitó de doce centímetros de aorta de teflón para "reencaucharlo".

 “Soy un sobreviviente de cuanto he vivido”, finaliza nuestro ilustre personaje, y agrega: “Por eso, incluso, no acepto que  periodistas jóvenes me cuestionen sin haber salido de Lima  por problemas mineros que desconocen. Son opinólogos sin sustento de la realidad”.

Alfonsina Barrionuevo


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