domingo, 9 de marzo de 2014

LOS APUS DE HANS

Hans es una persona excelente. Le conocí en la casa de Mario Cama, el altomisayoq de Qhatqa, Cusco. Estaba allí, callado, con sus ojos admirados hasta que se apagaba la luz. Si alguien la habiera prendido habría visto el asombro en el fondo de sus pupilas. Ahora que está aquí pienso que sin hablar fue conquistando poco a poco, mes tras mes, año tras año, la simpatía de los Apus, espíritus protectores de los cerros, y de las Pachamamas, las Madre Tierra  de plazas y comarcas de los Andes. Un día me contaron que había recibido “una mesa”, es decir el poder para convocarlos, que es mucho decir. Vino a verme en Lima. Quería llamarles en mi casa. Eran los mismos que conocí cuando  iba a verles en la casa de Mario Cama. Ellos me hablaron de tantas cosas del Ande que escribí un libro, “Hablando con los Apus” (y las Pachamamas), que es muy leído en el Perú. (En el próximo blog y los que vengan copiaré algunas páginas para los lectores de este blog)
Aquella vez esperamos la quietud de la noche y cubrimos las ventanas con edredones. Hans rezó el Padre Nuestro que abre su camino, -no olvidar el sincretismo-, y después del peculiar silbido de llamada vinieron muy puntuales. Sus alas los fueron anunciando. Pero, se escuchaban pequeñas. Sus voces también no eran altas. Tampoco pudimos poner una mesa grande sino una de dimensiones recortadas.
Hans ha vuelto después de un largo tiempo. Según me cuenta sus Apus están creciendo. Quizá todavía son de la Segunda División. Claro que su empeño es grande. Irán creciendo hasta el tamaño que suelen tener cuando van donde los altomisaq de gran energía. Me sentiré feliz cuando podamos conversar de la tierra, del agua, de los cerros, del viento, de las nubes, del cielo, como antes de que los años y la distancia nos impidieran reunirnos. Cama ya no está. Ahora tengo a Hans.



MI PRIMER QOYLLUR RIT’I              

Juan Achahui me ayudó a sentir el respeto que guardan las gentes del Ande por el Padre Sol. La jornada que hicimos para asistir a su saludo, en  Ocongate, a 4,800 metros sobre el nivel del mar, en  Quispicanchis, Cusco, fue larga. Las horas, los minutos y los segundos se hacían trizas en cada pisada. Fuimos trepando andén tras andén en Tayankani  y cuando terminaron seguimos por un chakiñan que iba bordeando como una cinta los cerros. En el cielo las estrellas parecían moverse risueñas hasta que se iban convirtiendo en burbujas de luz que se desvanecían en la niebla.
Julia Chambi, Zuly Azurín y  yo caminamos hasta que nuestro guía llegó a una cumbre. Me había ofrecido mostrarme un Inti Raymi auténtico de siglo XX, y sólo veía sombras que pasaban.     
“¡Aquí!” y, cuando el sol hizo brillar el pico de los cerros al derramar sobre ellos oro cósmico,  escuché los majestuosos vivas de júbilo. “¡Haylli!”, “¡Haylli¡”, “¡Haylli¡”,  Miles de voces que parecían salir de las montañas como si ellas en conjunto lo saludaran. Al fin, con su claridad iluminando la altura mi corazón copió la alegría de hombres y mujeres que estaban con una rodilla en tierra y los brazos levantados. El astro radiante había vuelto en un nuevo solsticio de invierno.

Lo demás fue sencillo. Contemplamos el armónico ballet de las doncellas con sus guiones de plata sobre la altipanpa y luego el desfile de los conjuntos de música y danza, seguidos por los peregrinos. Cuando se fueron nos dejaron una emoción insondable y en cortos minutos estuvimos también caminando de regreso. La bajada era fuerte y nos cogimos del hilo musical de los k’arachu’nchos.  Cada vez que se detenían la fatiga era un polvo que se asentaba sobre nuestros músculos tensos. Volvía su música y nos sentíamos ágiles como  tarukas (venados). Los ukhukus o pabluchas nos adelantaban riendo debajo de sus máscaras pasamontaña, haciendo restallar sus látigos. Ellos venían de Qoyllur Rit’i donde subiría el año siguiente para un encuentro con Qolqe Punku, el nevado por donde entran las fuerzas que irradia desde el infinito la estrella Qoyllur.  

Cuando sea el momento mi alma volverá recogiendo los pasos de esos viajes inolvidables. El de Ocongate fue mi primera visión desde las alturas de un Inti Raymi donde los gritos de bienvenida al sol se elevaron en el orden de un río humano colmando el relieve de la cordillera. Lo tengo en mi cámara Rollei que los capturó para el futuro mientras mis latidos se fueron uniendo a los de ellos como uno solo, inconmensurable.
Aún las manos de terciopelo de Pachamama, la madre tierra, no habían tocado mis mejillas. Pero recibí el fuego de nuestro Padre llameante fundiéndose en mis huesos. Por eso estoy de pie, en actitud de warmi pukara, “de guerrera,” y no podrán vencerme.
Cusco celebraría, un poco más adelante, su fiesta jubilar. El Inti Raymi del mundo andino, los 24 de junio,  que un gobierno convirtió en el “Día del Campesino”, quitándole toda su connotación porque no era un runa.

En el antiguo “Dia del Indio” millones de peruanos nos abrazábamos porque sentíamos sangre de milenios precipitándose en nuestras arterias, desgalgándose por nuestras venas. Al pasar a campesino rompió la columna vertebral de los Andes. Lo dividió. Lima no siente la relación, prendida del globo modernista, mientras nosotros vamos a pie.
Si le pregunto qué piensa a la Pachamama estará en silencio. En ese ¡chin!, ese “vacío”, en el que se arropa para no escuchar cuando sufre. Hay que esperar que vuelva del sueño en que se sumerge porque ama a sus hijos y se apena al callar.

En agosto habrá en las comunidades y pueblos ofrendas para que sepa que es amada.      
Los españoles que inventaron el  ama qhella, ama sua, ama llulla, como preceptos inkas, atribuyéndolos inclusive al gran Pachakuteq, lo hicieron para rubricar el abuso. “No seas ocioso y trabaja para el patrón”, “no le robes al patrón”, “no le engañes al patrón.” Los andinos nunca fuimos gente de manos ociosas porque queremos a la madre tierra y nos gusta hacer ayni con ella y que en pago nos de kawsay, “vida.”  No tomamos lo ajeno porque tenemos lo suficiente. Mentir corresponde a una negación generada por el temor y el engaño que no funcionan frente a la sinceridad. Me parecen mejor, para los peruanos de hoy, allin yachay, allin  munay, allin llank’ay, “piensa bien”, “quiere bien”, “trabaja bien”, como afirmaba con énfasis Marina Sequeiros, alcaldesa de Cusco, que fue la primera mujer gobernante de la ciudad imperial y del Tawantinsuyu. 

La ofrenda a la Pachamama, que tiene hambre y sed cuando despierta, puede ser pequeña y abundante. Basta un k`intu, es decir tres hojas de coca si los tiempos son flacos. Si hay suerte, semillas, chancaca, wayruros, pallar, maìz, coca, en una mesa grande o en una q`esita, que es el codiciado ido de un picaflor. Si hay màs se colocan elementos que pertencen a los tres reinos de la naturaleza terminando con el qori libro y el qolqe libro, “hojitas de oro y plata”. Hay unas doscientas formas de preparar ofrendas. En todas tiene que primar el sentimiento. Se dice  tambièn despacho, pagapu, pero me gusta màs ofrenda, amor como ingrediente precioso.

Desde el 1° de agosto hasta el 31 del mes ella “saborea” los regalos que comparte con los Apus protectores de las familias que viven en sus cercanías, de sus cultivos y sus ganados; y también con las Pachamamas y los Apus olvidados. La gente andina es generosa. Siempre tiene presente la existencia de las ocho regiones y en  ellas, en una diversidad increíble la naturaleza toda, nevados, cerros, mesetas, ríos, lagunas, bosques, sembríos, animales domesticados y silvestres, que tienen relación directa con la Pachamama que a la vez es Mamaqocha, madre tierra y madre agua.

“Mamita, toma este juguito para tu sed” y le derraman unas gotas de chicha al terminar la ceremonia. La ofrenda debe arder sobre una “cama” de tizones al rojo vivo y los oferentes se retiran para que concurran los invitados de la Pachamama. Si se consume dejando una fina ceniza el regalo ha sido aceptado y ellos corresponderán en lo posible. 
Tampoco hay obligación plena. La reciprocidad depende también del clima, cuando interfieren los hombres y crean problemas críticos como el efecto invernadero, el calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono, se producen conflictos que afectan a la Pachamama y a los Apus. Las comunidades expuestas a los nuevos peligros están advertidas de lo que pasa a través de los sacerdotes andinos y ya se están preparando. Ellas tienen que defender su vida. Las promesas que se iniciaron en este Raymi  deben seguir en los que vienen. 

Alfonsina Barrionuevo


miskha@terra.com.pe

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