domingo, 26 de mayo de 2013


VICHAMA                                

En un tiempo sin edad una mujer sin nombre tuvo un hijo.  Según el mito Pachakamaq creó una pareja y la dejó frente al mar, sobre la arena. No tenían qué comer y él murió una tarde en que el sol se cubrió de celajes para no ver su agonía. La mujer lo llamó entre sollozos. “Oh, astro del cielo, has dejado morir a mi pareja, haz lo mismo conmigo.”

Al retornar el día el astro dio a la mujer una razón para vivir, y, nació un niño.

Molesto por su intromisión Pachakamaq  apareció y arrebató el niño a su madre quitándole la vida. El sol fue su testigo. Siempre malhumorado sembró entonces su pequeño cuerpo. De los dientes nació el maíz. De sus huesos la yuca.  De sus carnes pepinos, pakaes y demás frutos.    “Ahora tendrás qué comer”, le dijo a la mujer. 

Ella no se consoló y se quejó al sol. Este le envió un rayo y tuvo un hermosísimo hijo al que llamó Vichama. Cuando creció fue a su casa del cielo. Al volver no encontró a su madre pero si a hombres y mujeres que había creado Pachakamaq. Dolido pidió a su padre celeste que ´estos se desvanecieran en el aire y así lo hizo. Cuando la melancolía le invadió  sintió  el pesar de la injusticia . Volvió a dirigirse al sol para que poblase nuevamente la tierra. Este le mandó tres huevos siderales. Uno de oro, el segundo de plata y el tercero de cobre.
 
Los cronistas españoles entendieron una desigualdad de jerarquías, las que tenían para ellos. Del huevo de oro, explicaron,  salieron los kurakas. Del de plata, sus mujeres. Del de cobre. el pueblo.  No era así. Investigaciones de la arqueóloga Paloma Carcedo demuestran que estos minerales tenían igual rango entre los antiguos peruanos puros o en aleaciones. El oro y la plata eran usados por los jefes en sus ritos y ceremonias pero el cobre era su obligado soporte o acompañante, además de que a veces iba, en su estado natural puro, dando un hermoso color rojo cuando estaba limpio, o verde o morado de acuerdo al paso de los años. Los tres aparecen en  los objetos valiosos que se ponían en las tumbas de los señores o en los nichos de barro o piedra de sus templos.    




EL CORPUS DE OROPESA

 
El Cusco tiene hasta tres Corpus. Va uno de ellos para los lectores de Perú: Mundo de leyendas.
La bella Lorenza Ñust’a de Loyola, nieta del Inka Sayri Tupaq, no conoció el marquesado de Oropesa que heredó en el Valle Sagrado. En otros tiempos hubiera jugado a orillas del río o se habría escondido entre las hojas del maíz amigo, aspirando su aroma . No pudo ser porque su madre, la ilustre Beatriz Ñust’a, viajó a España con Martín de Loyola, el esposo que le impusieron, y nunca pudo volver. Los turistas del siglo XXI pueden gozar en cambio sin ser nobles, simplemente buscadores ávidos de maravillas, una visita a los señoriales ambientes de la Casa de Campo del Marqués de Valleumbroso, a cuyas manos fueron a dar sus posesiones.
Los invito a recorrer conmigo los veintiún  kilómetros que separan a Cusco de la otrora distinguida villa de Oropesa, fundada según dicen por el virrey Francisco  Toledo, con el nombre de su tierra natal. El tiempo es excelente, cerros aún trajeados de verdes brillantes, sol que envía  caricias cósmicas a la tierra y nubecillas que se deshilachan sobre nuestras cabezas. Al fondo, muy orgulloso podemos distinguir al nevado Ausangate, un Apu tutelar.
Los españoles sembraron trigo en el valle con tal suerte que iniciaron una tradición de siglos, la famosa panadería que le da crédito en el Cusco y aún en las provincias cercanas adonde viajan las piezas de pan en rebosantes canastas. En sus hornos, que arden día y noche, se dora una variedad que es muy apreciada  por sus pobladores y por los turistas en el desayuno de los hoteles de cinco estrellas.
 
 
Su majestuosa iglesia fue edificada en 1661 por mandato del obispo mecenas Manuel Mollinedo y Angulo, dato que encontró en el 2003 el alcalde Mario Samanez Yáñez en los archivos de bautizos y matrimonios. En los libros con cubierta de pergamino se escribía entonces en latín. Por esos años, indica, los vecinos que vieron el Corpus del Cusco acordaron organizar una copia de la soberbia procesión de Toledo, convocando a los pueblos y dueños de haciendas aledañas.

El resultado fueron dieciocho imágenes que acudieron, al son de bandas de música y alborozados conjuntos de bailarines, desde Huambutío, Saylla, Wasao, Angostura, Lucre, Wakarpay y otras localidades. No se sabe por qué razones se canceló en 1941, tal vez desacuerdos entre los fieles. Se hubiera perdido en el tiempo de no ser los esfuerzos del burgomaestre de Oropesa. Éste  logró  que volvieran a darse la mano los pueblos protagonistas y que recobrara su auge y prestigio. 
Antes tenía una fecha en el calendario. Actualmente varía de acuerdo a la decisión de los participantes. Ese día que, generalmente, es un domingo de junio la ciudad gana en animación. El aire se inunda con la alegría de las bandas que van apareciendo. A medida que avanza el reloj es pintoresco encontrar en las calles los grupos de devotos llevando las diferentes efigies en sus andas. Algunas con "ropa de caminante" para protegerlas del polvo. Otras llegan de los oratorios de las familias del lugar. Cada una tiene entre doscientos, trescientos años o más de antiguedad y salió en su mayoría de ilustres talleres de la Escuela Cusqueña de Imaginería. En la iglesia apenas hay sitio para apreciar el ajetreo de los mayordomos que arreglan sus andas y las visten con magníficas túnicas y capas.
Alrededor del mediodía, después de una misa concelebrada por tres sacerdotes, salen en procesión. Entre ellas destacan la Virgen Asunta, patrona de Oropesa, la Virgen Estrella de peregrina belleza, la Virgen de la Natividad, La Virgen del Carmen Española llamada así porque es peninsular, San Isidro Labrador, Santiago Apóstol, San Jerónimo, San Blas, San José, San Pedro, el Niño de Praga, el Cristo Pobre y otros, con el lucido  acompañamiento de coloridos conjuntos de bailarines.
Las vírgenes del Cusco llevaban antiguamente refajos de perlas legítimas que se prendían en sus capas con rosetones en forma escalonada de un extremo a otro. Las oropesinas se distinguen por sus collares o walkas de pan que se mandan hornear por cientos en forma de lazos o cuentas de buen tamaño. Algunos cuelgan de su cuello o se colocan en el contorno de sus mantos.
 
Se entiende que es una ofrenda cariñosa y a la vez un pedido del pueblo para que multipliquen la producción de los hornos. Chutas, rejillas, k'irkus, costras, maman qonqachi o “no me olvides”, molletes y empanadas. Las chutas de gran tamaño, redondas y con mayor envergadura, son enviadas a la ciudad de Cusco, Puno, Apurímac y pueblos de paso en enormes canastas. Antaño había el Corpus t'anta (el pan del Corpus), el Taitacha moqo (la rodilla del Señor por su forma), hasta panes selectos para las señoras que daban a luz, mencionaba el alcalde Samanez. En la última feria del Santurantikuy de Cusco se vendieron las primeras chutas navideñas con pasas, mantequilla y ajonjolí. Para sus panaderos fue histórico incorporarse a la feria del Niño Dios.
 
El día de su Corpus nadie almuerza en su casa. Los vecinos y sus visitantes encuentran deliciosos platos tradicionales en las carpas que se levantan en la plaza. Los manteles son largos y las matronas demuestran su excelente sazón en los caldos de gallina, los kuyes, qowes o cuyes al horno, los rocotos rellenos, los chicharrones y los adobos.
 Antes de regresar se puede aprovechar el tiempo para conocer la hermosa Casona del Marqués de Valleumbroso, construída por los Esquivel y Navia, que en sus primeros tiempos fue conocida como “la Glorieta.”  Siguiendo por un desvío a la derecha se puede llegar a Tipón, el gran santuario del agua en tiempo de los Inkas, cuyas estructuras, haciendo marco a las cascadas y chorros, cristalinos, son admirables.
 Los dichos sobre el pan oropesano merecen recordarse: “No hay un buen adobo cusqueño si no está acompañado del sabroso pan oropesino”, “un buen chocolate cusqueño es más rico cuando  está acompañado por una chuta de Oropesa. “En Navidad y año Nuevo hay que saborear la chuta pascual de Oropesa.” “Soy como el pan de Oropesa, ¡puro corazón!.”
“¡Vamos para el próximo Corpus! Oropesa nos espera con todos sus atractivos y sus panes”.
                                                                       Alfonsina Barrionuevo
 

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