VICHAMA
En un tiempo sin edad una
mujer sin nombre tuvo un hijo. Según el
mito Pachakamaq creó una pareja
y la dejó frente al mar, sobre la arena. No tenían qué comer y él murió una
tarde en que el sol se cubrió de celajes para no ver su agonía. La mujer lo
llamó entre sollozos. “Oh, astro del cielo, has dejado morir a mi pareja, haz
lo mismo conmigo.”
Al retornar el día el
astro dio a la mujer una razón para vivir, y, nació un niño.
Molesto por su intromisión
Pachakamaq apareció y arrebató el niño a
su madre quitándole la vida. El sol fue su testigo. Siempre malhumorado sembró
entonces su pequeño cuerpo. De los dientes nació el maíz. De sus huesos la
yuca. De sus carnes pepinos, pakaes y
demás frutos. “Ahora tendrás qué
comer”, le dijo a la mujer.
Ella no se consoló y se
quejó al sol. Este le envió un rayo y tuvo un hermosísimo hijo al que llamó
Vichama. Cuando creció fue a su casa del cielo. Al volver no encontró a su
madre pero si a hombres y mujeres que había creado Pachakamaq. Dolido pidió a
su padre celeste que ´estos se desvanecieran en el aire y así lo hizo. Cuando la
melancolía le invadió sintió el pesar de la injusticia . Volvió a dirigirse
al sol para que poblase nuevamente la tierra. Este le mandó tres huevos
siderales. Uno de oro, el segundo de plata y el tercero de cobre.
Los
cronistas españoles entendieron una desigualdad de jerarquías, las que tenían
para ellos. Del huevo de oro, explicaron, salieron los kurakas. Del de plata, sus
mujeres. Del de cobre. el pueblo. No era
así. Investigaciones de la arqueóloga Paloma Carcedo demuestran que estos
minerales tenían igual rango entre los antiguos peruanos puros o en
aleaciones. El oro y la plata eran usados por los jefes en sus ritos y
ceremonias pero el cobre era su obligado soporte o acompañante, además de
que a veces iba, en su estado natural puro, dando un hermoso color
rojo cuando estaba limpio, o verde o morado de acuerdo al paso de los años.
Los tres aparecen en los objetos
valiosos que se ponían en las tumbas de los señores o en los nichos de barro o
piedra de sus templos.
EL CORPUS DE OROPESA
El Cusco tiene
hasta tres Corpus. Va uno de ellos para los lectores de Perú: Mundo de leyendas.
La bella Lorenza
Ñust’a de Loyola, nieta del Inka Sayri Tupaq, no conoció el marquesado de
Oropesa que heredó en el Valle Sagrado. En otros tiempos hubiera jugado a
orillas del río o se habría escondido entre las hojas del maíz amigo, aspirando
su aroma . No pudo ser porque su madre, la ilustre Beatriz Ñust’a, viajó a
España con Martín de Loyola, el esposo que le impusieron, y nunca pudo volver.
Los turistas del siglo XXI pueden gozar en cambio sin ser nobles, simplemente
buscadores ávidos de maravillas, una visita a los señoriales ambientes de la
Casa de Campo del Marqués de Valleumbroso, a cuyas manos fueron a dar sus
posesiones.
Los invito a
recorrer conmigo los veintiún kilómetros
que separan a Cusco de la otrora distinguida villa de Oropesa, fundada según
dicen por el virrey Francisco Toledo,
con el nombre de su tierra natal. El tiempo es excelente, cerros aún trajeados
de verdes brillantes, sol que envía
caricias cósmicas a la tierra y nubecillas que se deshilachan sobre
nuestras cabezas. Al fondo, muy orgulloso podemos distinguir al nevado
Ausangate, un Apu tutelar.
Los españoles
sembraron trigo en el valle con tal
suerte que iniciaron una tradición de siglos, la famosa panadería que le da
crédito en el Cusco y aún en las provincias cercanas adonde viajan las piezas
de pan en rebosantes canastas. En sus hornos, que arden día y noche, se dora
una variedad que es muy apreciada por
sus pobladores y por los turistas en el desayuno de los hoteles de cinco
estrellas.
Su majestuosa
iglesia fue edificada en 1661 por mandato del obispo mecenas Manuel Mollinedo y
Angulo, dato que encontró en el 2003 el alcalde Mario Samanez Yáñez en los
archivos de bautizos y matrimonios. En los libros con cubierta de pergamino se
escribía entonces en latín. Por esos años, indica, los vecinos que vieron el
Corpus del Cusco acordaron organizar una copia de la soberbia procesión de
Toledo, convocando a los pueblos y dueños de haciendas aledañas.
El resultado fueron dieciocho imágenes que acudieron, al son de bandas de música y alborozados conjuntos de bailarines, desde Huambutío, Saylla, Wasao, Angostura, Lucre, Wakarpay y otras localidades. No se sabe por qué razones se canceló en 1941, tal vez desacuerdos entre los fieles. Se hubiera perdido en el tiempo de no ser los esfuerzos del burgomaestre de Oropesa. Éste logró que volvieran a darse la mano los pueblos protagonistas y que recobrara su auge y prestigio.
El resultado fueron dieciocho imágenes que acudieron, al son de bandas de música y alborozados conjuntos de bailarines, desde Huambutío, Saylla, Wasao, Angostura, Lucre, Wakarpay y otras localidades. No se sabe por qué razones se canceló en 1941, tal vez desacuerdos entre los fieles. Se hubiera perdido en el tiempo de no ser los esfuerzos del burgomaestre de Oropesa. Éste logró que volvieran a darse la mano los pueblos protagonistas y que recobrara su auge y prestigio.
Antes
tenía una fecha en el calendario. Actualmente varía de acuerdo a la decisión de
los participantes. Ese día que, generalmente, es un domingo de junio la ciudad
gana en animación. El aire se inunda con la alegría de las bandas que van
apareciendo. A medida que avanza el reloj es pintoresco encontrar en las calles
los grupos de devotos llevando las diferentes efigies en sus andas. Algunas con
"ropa de caminante" para protegerlas del polvo. Otras llegan de los
oratorios de las familias del lugar. Cada una tiene entre doscientos,
trescientos años o más de antiguedad y salió en su mayoría de ilustres talleres
de la Escuela Cusqueña de Imaginería. En la iglesia apenas hay sitio para
apreciar el ajetreo de los mayordomos que arreglan sus andas y las visten con
magníficas túnicas y capas.
Alrededor del
mediodía, después de una misa concelebrada por tres sacerdotes, salen en
procesión. Entre ellas destacan la Virgen Asunta, patrona de Oropesa, la Virgen
Estrella de peregrina belleza, la Virgen de la Natividad, La Virgen del Carmen
Española llamada así porque es peninsular, San Isidro Labrador, Santiago
Apóstol, San Jerónimo, San Blas, San José, San Pedro, el Niño de Praga, el
Cristo Pobre y otros, con el lucido acompañamiento de coloridos conjuntos de
bailarines.
Las
vírgenes del Cusco llevaban antiguamente refajos de perlas legítimas que se
prendían en sus capas con rosetones en forma escalonada de un extremo a otro.
Las oropesinas se distinguen por sus collares o walkas de pan que se mandan
hornear por cientos en forma de lazos o cuentas de buen tamaño. Algunos cuelgan
de su cuello o se colocan en el contorno de sus mantos.
Se entiende que es una ofrenda cariñosa y a la vez un pedido del pueblo para
que multipliquen la producción de los hornos. Chutas, rejillas, k'irkus,
costras, maman qonqachi o “no me olvides”, molletes y empanadas. Las chutas de
gran tamaño, redondas y con mayor envergadura, son enviadas a la ciudad de
Cusco, Puno, Apurímac y pueblos de paso en enormes canastas. Antaño había el
Corpus t'anta (el pan del Corpus), el Taitacha moqo (la rodilla del Señor por
su forma), hasta panes selectos para las señoras que daban a luz, mencionaba el
alcalde Samanez. En la última feria del Santurantikuy de Cusco se vendieron las
primeras chutas navideñas con pasas, mantequilla y ajonjolí. Para sus panaderos
fue histórico incorporarse a la feria del Niño Dios.
El
día de su Corpus
nadie almuerza en su casa. Los vecinos y sus visitantes encuentran deliciosos
platos tradicionales en las carpas que se levantan en la plaza. Los manteles
son largos y las matronas demuestran su excelente sazón en los caldos de
gallina, los kuyes, qowes o cuyes al horno, los rocotos rellenos, los
chicharrones y los adobos.
Antes de regresar se puede aprovechar el
tiempo para conocer la hermosa Casona del Marqués de Valleumbroso, construída
por los Esquivel y Navia, que en sus primeros tiempos fue conocida como “la
Glorieta.” Siguiendo por un desvío a la
derecha se puede llegar a Tipón, el gran santuario del agua en tiempo de los
Inkas, cuyas estructuras, haciendo marco a las cascadas y chorros, cristalinos,
son admirables.
Los dichos sobre el pan oropesano
merecen recordarse: “No hay un buen adobo cusqueño si no está acompañado del
sabroso pan oropesino”, “un buen chocolate cusqueño es más rico cuando está acompañado por una chuta de Oropesa. “En
Navidad y año Nuevo hay que saborear la chuta pascual de Oropesa.” “Soy como el
pan de Oropesa, ¡puro corazón!.”
“¡Vamos para el próximo Corpus!
Oropesa nos espera con todos sus atractivos y sus panes”.
Alfonsina
Barrionuevo
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