domingo, 4 de diciembre de 2016

UNA PAVA QUE QUIERE VIVIR

Un día de esos me llegó la noticia de que habían encontrado una pava en la quebrada del Frejolillo, en Piura. Una criatura que se pensaba extinta desde hace más de un siglo. Me emocionó que se hubiera escapado del ojo implacable de los cazadores. Ella tenía que ser hermosa, una belleza entre la avifauna norteña. “Esbelta, de ojos con un charco de luz donde se perdía la mañana, cuello alto, garboso, de gargantilla roja, patas largas, rosadas o anaranjadas, prestancia en el andar, sin prisas, linaje impreso en alas que se abrían en abanico al volar.”
Bueno, nada de eso. Se trataba simplemente de una ave timidona, sin aires de reina, cuya única gracia era hacer su nido y vivir en las ramas de los árboles como si fuera un pajarito. Felizmente sobrevivió y cuidada de lejos siguió viviendo en paz en su reducto norteño. Sin embargo, hace nos días llego una terrible noticia. Un incendio devastador arrasó con la vida de los animales de los bosques donde se le creía segura. La gente de los caseríos cercanos y pueblos, guardaparques y bomberos que fueron desde Cusco, lucharon más de una semana para dominar el fuego. El desastre fue inmenso y no se sabe que pasó con la pava y el oso de anteojos entre otros. Ojalá hayan escapado de las llamas voraces que han abrasado numerosas hectáreas. Vuelvo a poner datos de ella para que la conozcan de cerca.
 “Si logra remontar el tiempo –escribí hace algunos años, -será dueña y señora de la quebrada del Frejolillo, su último refugio cerca de Olmos, entre Piura y Lambayeque. La pava aliblanca (Penelope albipennis) se reproduce una sola vez al año y pone únicamente dos huevos. Si se la sigue protegiendo podrá aumentar su población, hasta que se considere a salvo.
Hace más de cien años su vuelo pareció haberse apagado en el ramaje seco de los bosques arenosos del norte. El hallazgo de un ejemplar fue una apuesta a la esperanza, que mereció una disposición intentando que se recupere.

La crácida ha luchado mucho contra la adversidad. Por un lado, la reducción de su mundo. La tala indiscriminada del bosque seco había recortado su hábitat haciéndola retroceder, al engullir con voracidad algarrobos (Prosopis pallida), palosantos (Burse huasango), frejolillos o huayrulos (Eritrina smithiana), almendros (Grave olens) y hualtacos (Loxop terygium); a la vez que era presa de temibles depredadores. Su migración, en busca de  nuevas tierras, no favoreció su existencia.

Resultado de imagen para ave aliblancaEn 1876 Jean Stolzmann vio un ejemplar desorientado en la isla Condesa de los manglares de Santa Lucía, en el delta del río Tumbes. Un año después, en 1877, el famoso naturalista polaco Ladislao Taczinowski avistó otro y lo clasificó, dándole su apellido. Se creyó que la especie estaba casi extinta porque no se pudo ubicar otros. Por coincidencia, igual suerte corrió en Piura un “baile de la pava”, en el que las parejas imitaban su encendido cortejo. Simplemente se dejó de ejecutar en el siglo pasado.    
Sin embargo, la estudiosa Maria Koepcke sospechó que podía haberse internado en otros bosques secos, donde se creyó más segura. Ella convenció al conservacionista Gustavo Del Solar Rojas para que la buscara. Así lo hizo, y en 1977 Sebastián Chinchay le reveló que había algunas en la quebrada de San Isidro en Olmos, Lambayeque. Allí encontró, con el ornitólogo John O’Neill, algunos ejemplares. Su hallazgo fue base para obtener la Ley Nº. 280499. que protege su vida en libertad.

Para un ave que subsistió aterrada, perseguida por los cazadores o expuesta a enemigos naturales, fue un respiro hallar abrigo en 34,412 hectáreas de fronda que le cedió en Chaparrí la comunidad moche de Santa Catalina de  Chongoyape.

A la par Gustavo Del Solar le dio asistencia, creando en su fundo el Zoocriadero “Bárbara d’Achille”. Sus esfuerzos fueron recompensados cuando nacieron las primeras pavitas en cautiverio. En el 2006 varias parejas fueron introducidas —por primera vez— en su ambiente, debidamente monitoreadas para comprobar su adaptación. 
En ese interín, una pequeña pero significativa cantidad de estas princesas de plumaje verde tornasolado, con la característica franja blanca en los extremos de sus alas, fue descubierta en la quebrada del Frejolillo, donde había permanecido casi en secreto. El lugar está dentro del territorio del caserío Limón, sector El Platanal, exhacienda San Martín de Congoña, distrito de Huarmaca, provincia de Huancabamba, Piura.
El bosque prodigioso toca con un extremo la provincia de Lambayeque, por Olmos. La vía es muy usada por los “bird watchers” u observadores de aves y los investigadores que la conocen.
Ultimamente anduvo por allí el periodista Enrique Angulo Pratolongo, gran conocedor de la vida silvestre, quien me relató la azarosa historia de esta ave, conocida como la pava del pasallo (Eriotheca ruizi), por el árbol, cuyas flores son su postre favorito. Por correo me envió, para nuestros lectores, fotografías que tomó Michell León.  Según dijo es “una gloria internarse en un verdadero paraíso interandino, entre 150 y 2,000 m.s.n.m., donde tienen sus pisos una diversidad de animales, pájaros e insectos.”
La quebrada del Frejolillo, bosque seco de colina, “espinoso, premontano y tropical”, tiene la amplitud que le confieren sus 1,300 hectáreas, de verdes exultantes entre enero y abril, y de oro pajizo entre junio y setiembre. La pava aliblanca prefiere mantenerse lejos de los sajinos (Pecari tajacu)  las boas, en especial  la macanche (Boa constrictor ortonii), los gatos monteses (Oncafelis colocolo), las ardillas nuca blanca (Sciuris stramineus) y el  puma (Puma concolor).
En cambio es amistosa vecina de viskachas (Lagidium peruanum) y  venados grises (Odocoileus virginianus), a la par de una avifauna esplendorosa, cuyos cánticos y estridencias no la molestan.
Los especialistas han reconocido estas especies en peligro de extinción: el colibrí  Estrellita Chica (Acestrura bombus), el rascahojas de capucha rufa (Hylocryptus erytrocephalus),  el mosquerito pechigris (lathrotricus), el jilguero azafranado (Carduelis slemiradzkii), el loro cabeza roja (Aratinga erythrogenys), el carpintero de Guayaquil (Ccampephilus gayaquilensis) y el tirano de Tumbes (Tumbezia salvini).
El ingeniero forestal Fernando Angulo, quien dirigió el Zoocriadero de Olmos y trabajó en el Centro de Ornitología y Biodiversidad (CORBIDI) sucesivamente, menciona otras aves típicas, endémicas y amenazadas, como el elegante pecho-de-luna (Melanopareia elegans), el carpintero ecuatoriano (Picumnuselegante Psclateri), el trogón ecuatoriano (Trogon mesurus), el chotacabras de matorral (Nyctidromus anthonyi) y el zorzal de dorso gris (Turdus reevei). También se puede apreciar a la paloma de vientre ocráceo (Leptotila ochraceiventris), a la lechucita de frente anteada (Aegolius harrisii) y al copetón de corona tiznada (Myiarchus phaeocephalus). Asímismo, especies raras como el águila solitaria (Buteogallus solitarius) y el gallinazo rey (Sarcoramphus papa)”.
El turismo parece interesar a las comunidades de su entorno, que están dispuestas a ofrecer hospedaje, comida tradicional y avistaderos. Actualmente es muy buscado el guía Lino Rico Parra, quien podría ser el maestro de futuros guardaparques. La pava aliblanca será su principal atracción, junto con todas las criaturas silvestres que constituyen un zoológico al aire libre, a disposición de los amantes de la naturaleza y la vida silvestre.

“Muchos visitantes suelen ir de noche”, agrega Enrique Angulo, alumbrándose con la luz que arrojan sus celulares”. Una fascinante experiencia.”

Alfonsina Barrionuevo

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