EL
PINCEL DE PUMAKALLU
La Virgen de Belén fue una de las primeras imágenes que fue venerada en el Qosqo. Regalo regio del emperador Carlos V conquistó el cariño de sus habitantes. El obispo Manuel de Mollinedo y Angulo, impresionado por su historia y sus milagros mandó hacer una pintura detallándolos a Basilio Santa Cruz Pumakallu. El lienzo que está en la Basílica Catedral equivale a un libro abierto. Nuestra Señora figura en primer plano y a su alrededor se encuentran las escenas semejantes a las páginas sueltas. Ya meciéndose en una caja misteriosa en el mar del Callao; ya paseada en una espantosa sequía para permitir la bendición de la lluvia para que baje sobre los campos resecos; ya salvada por Selenque, un joven disoluto, cuando estuvo por caer en un puente del río Saphi; ya arrojándose a los pies de su divino Hijo, el Justo Juez, rogando por el alma de su salvador a punto de ser arrastrado al infierno.
En cada Corpus Christi las vivanderas del mercado de San Pedro preguntan con suma preocupación a sus cargadores por el peso de sus andas. Si estaban livianas el año sería bueno y habría abundancia en sus puestos. Si las sentían pesadas mal presagio de pesares futuros. Si en su rostro veían sus mejilla arreboladas como rosas se avecinaban buenos tiempos. Si perdía color de pura tristeza el pronóstico encogía sus corazones.
Si
les iba bien en sus negocios le regalaban joyas que lucía en la procesión,
agujetas de diamantes para sus cabellos, collares de perlas de fino oriente,
pecheras deslumbrantes de plata con piedras preciosas, brazaletes de oro y
anillos, además de rosetas y florones para su manto.
Los maestros plateros creaban exquisitos
modelos de pendientes con derroche de
oro, plata, perlas finas y piedras preciosas. Sus devotas las copiaban con afán
luciéndolas en la entrada y salida de las efigies a la plaza. Los famosos
choclos de perlas que reproducían en miniatura los granos de maíz, los candados
de aros con engranaje de perlas, las caravanas semejando lámparas que colgaban
sobre sus hombros, los pavos de oro de
plumajes rutilantes, los fabulosos chupetes de esmeraldas o rubíes y
los resplandecientes quintos de oro con
el rostro del rey.
Alfonsina Barrionuevo
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