EL CORPUS DE OROPESA
Rememorando…
La Villa Rica de Oropesa, un pueblo panadero recostado
en una de las bandas del río Willkamayu, ha saciado el hambre de generaciones
desde que se fundó. En su historia brilla como luz celestial un Niño Dios que
obsequiaba sus famosas chutas a los niños. La bella Lorenza Ñust’a de Loyola,
nieta del Inka Sayri Tupaq, no conoció el marquesado de Oropesa que heredó en
el Valle Sagrado. En otros tiempos hubiera jugado a orillas del río, escondiéndose
entre las hojas lanceoladas del maíz amigo, aspirando su aroma. No pudo ser
porque su madre, la ilustre Beatriz Palla, viajó a España con Martín de Loyola,
el esposo que le impusieron, y nunca pudo volver. Los turistas del siglo XXI
pueden gozar en cambio sin ser nobles, simplemente buscadores ávidos de
maravillas, una visita a los señoriales ambientes de la Casa de campo del
Marqués de Valleumbroso, a cuyas manos fueron a dar sus posesiones.
Los invitamos a recorrer con nosotros
los veintiún kilómetros que separan del Qosqo a la otrora distinguida Villa de
Oropesa, fundada según dicen por el virrey Francisco Toledo, con el nombre de su tierra natal. El
tiempo es excelente, cerros aún trajeados de verdes brillantes, sol que
envía caricias cósmicas a la tierra y
nubecillas que se deshilachan sobre nuestras cabezas. Al fondo, muy orgulloso
podemos distinguir al nevado Ausangate, el Apu tutelar.
Los españoles sembraron
trigo en el valle con tal suerte que iniciaron una tradición de siglos, la
famosa panadería que le da crédito en el Cusco y aún en las provincias cercanas
adonde viajan las piezas de pan en rebosantes canastas. En sus hornos, que
arden día y noche, se dora una variedad que es muy apreciada por sus pobladores y por los turistas en el
desayuno de los hoteles de cinco estrellas.
Su majestuosa
iglesia fue edificada en 1661 por mandato del obispo mecenas Manuel Mollinedo y
Angulo, dato que encontró en el 2003 el entonces alcalde Mario Samanez Yáñez en
los archivos de bautizos y matrimonios. En los libros con cubierta de pergamino
se escribía en latín. Por esos años, indica, los vecinos que vieron el Corpus
del Cusco acordaron organizar una copia de la soberbia procesión de Toledo,
convocando a los pueblos y dueños de haciendas aledañas.
El resultado fueron
dieciocho imágenes que acudieron, al son de bandas de música y alborozados
conjuntos de bailarines, desde Huambutío, Saylla, Wasao, Angostura, Lucre,
Wakarpay y otras localidades. No se sabe por qué razones se canceló en 1941,
tal vez desacuerdos entre los fieles. Se hubiera perdido en el tiempo de no ser
los esfuerzos del burgomaestre de Oropesa quien logró que volvieran a darse la
mano los pueblos protagonistas y fuera recobrando auge y prestigio.
Antes tenía una fecha en el calendario. Actualmente varía de acuerdo a la decisión de los participantes. Ese día que, generalmente, es un domingo de junio la ciudad gana en animación. El aire se inunda con la alegría de las bandas que van apareciendo. A medida que avanza el reloj es pintoresco encontrar en las calles los grupos de devotos llevando las diferentes efigies en sus andas. Algunas llevan "ropa de caminante" para protegerlas del polvo. Otras llegan de los oratorios de las familias del lugar. Cada una tiene entre doscientos, trescientos años o más de antiguedad y salió en su mayoría de ilustres talleres de la Escuela Cusqueña de Imaginería. En la iglesia apenas hay sitio para apreciar el ajetreo de los mayordomos que arreglan sus andas y las visten con magníficas túnicas y capas.
Alrededor del mediodía, después de una misa
concelebrada por tres sacerdotes, salen en procesión. Entre ellas destacan la
Virgen Asunta, patrona de Oropesa, la Virgen Estrella de peregrina belleza, la
Virgen de la Natividad, La Virgen del Carmen Española llamada así porque es
peninsular, San Isidro Labrador, Santiago Apóstol, San Jerónimo, San Blas, San
José, San Pedro, el Niño de Praga, el Cristo Pobre y otros, con el lucido acompañamiento
de variados conjuntos de bailarines.
Las vírgenes del Qosqo llevaban
antiguamente refajos de perlas legítimas que se prendían en sus capas con
rosetones en forma escalonada de un extremo a otro. Las oropesinas se
distinguen por sus collares o walkas de pan que se mandan hornear por cientos
en forma de lazos o cuentas de buen tamaño. Algunos cuelgan de su cuello o se
colocan en el contorno de sus mantos.
Se entiende que es una ofrenda y a la vez un pedido del pueblo para que se
multiplique la producción de los hornos. Chutas, rejillas, k'irkus, costras,
maman qonqachi, molletes y empanadas. Las chutas de gran tamaño, redondas y con
mayor envergadura, son enviadas a la ciudad del Qosqo, Puno, Apurímac y pueblos
de paso en enormes canastas. Antaño había el Corpus t'anta (el pan del Corpus),
el Taitacha moqo (la rodilla del Señor por su forma), hasta panes selectos para
las señoras que daban a luz, menciona el alcalde Samanez. En la última feria
del Santurantikuy del Qosqo se vendieron las primeras chutas navideñas con
pasas, mantequilla y ajonjolí. Para sus panaderos fue histórico incorporarse a
la feria del Niño Dios.
El día del Corpus nadie come en su
casa. Los vecinos y sus visitantes encuentran deliciosos platos tradicionales
en las carpas que se levantan en la plaza. Los manteles son largos y las
matronas demuestran su excelente sazón en los caldos de gallina, los cuyes al
horno, los rocotos rellenos, los chicharrones y los adobos.
Al regresar, siguiendo un desvío a la
derecha, se puede aprovechar el tiempo para recorrer la hermosa Casona del
Marqués de Valleumbroso, construída por los Esquivel y Navia, que en sus
primeros tiempos fue conocida como “la Glorieta.” Por la misma vía se puede
llegar a Tipón, el gran santuario del agua en tiempo de los Inkas, cuyas
estructuras, haciendo marco a las cascadas y chorros, cristalinos son
admirables.
Los dichos sobre el pan oropesano
merecen recordarse: “No hay un buen adobo cusqueño si no está acompañado del
sabrosísimo pan oropesino”, “un buen chocolate cusqueño es más rico cuando está acompañado por una chuta de Oropesa, “En
Navidad y año Nuevo hay que saborear la chuta pascual de Oropesa.” “Soy como el
pan de Oropesa, ¡puro corazón!.”
¡Vamos para el próximo Corpus! Oropesa
nos espera con todos sus atractivos y sus panes.
Alfonsina
Barrionuevo
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