GRACIAS
AMIGOS DE LOS KHIPUS
Albricias,
amigos de los khipus. Estoy felíz de haber puesto en circulación a estos
instrumentos que tuvimos para escribir en el antiguo Perú. Que se entienda bien. Los que aparecen
en museos y colecciones privadas son los khipus contables. De los khipus
históricos solo tenemos noticias. Miles que usaron los khipukamayuq para dar su
versión de la historia del Perú en tiempo de los Inkas. Un sueño que se cumple con
mi libro ‘Qué dicen los Khipus’.
Gracias a
quienes estuvieron en esa noche memorable convocada con ayuda de la Municipalidad
de Miraflores y también a los que no pudieron ir pero han colocado preciosas
notas en Facebook. Siento su cordialidad siempre entrañable.
Misión cumplida
señor khipukamayuq de Wiñay Wayna quien me lo sugirió al aparecer en ese lugar
cuando hice a pie el camino a Machupiqchu. Para una segunda edición quiero revisar
más de sus khipus. Haré lo que pueda mientras Dios me lo permita. ¡Prometido!
El libro tiene
doscientas treintiocho páginas que incluyen cuarenta a todo color de Fernando
Seminario, Peruska Chambi, José Álvarez Blas y también las que me proporcionó
Julia Chambi de su padre, don Martín, en blanco y negro. En su edición he
contado con la valiosa ayuda de Jesús Bellido, el editor en el diagramado
final, Ricardo Pachas en la composición de las fotos de color, a Teresa Lastarria quien
leyó conmigo el borrador, en la revisión paralela a mi hija Vida, en el uso de
imágenes de sus esculturas a Kukuli y en la asistencia general a Victoria Cano
Díaz.
Resulta curioso pero el antropólogo Juan Ossio asistió a la
presentación de mi primer libro, ‘Cusco Mágico’ con Luis Nieto,
connotado poeta, por entonces director del Instituto de Cultura de la capital
imperial. Escribió el prólogo de ‘Poder en los Andes’ que se llamó después ‘Hablando
con los Apus’, y volvió a abrir las páginas de éste con sus puntos de vista.
Pensé que sería
un libro de evocación del Qosqo Inka, fundado en el lecho bravío del
antiquísimo lago Morkill, donde hervían los elementos cósmicos y telúricos,
resquebrajando peñas, fulminando morros, creando tempestades en su cáliz,
azotado por vientos tumultuosos, golpeado por rayos y enceguecido por el
resplandor de los truenos. No pudo ser porque al recoger la versión de los
khipus de las crónicas del siglo XVI me encontré con la tragedia de un Qosqo
que fue de piedra por muy pocos años. Lo desmoronaron apenas en meses y no se perdió
de las memorias del tiempo por esos hombres sabios, los khipukamayuq, al hacer
sus relatos antes de que se convirtiera en cenizas.
ellos.
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