domingo, 20 de mayo de 2018


KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES 

El picaflor, pájaro mosca o pájaro tomín del tamaño de un dedo de la mano, me ha traído un problemita. En el cuento que ilustró Kukuli la señora lechuza hizo un llamado a las aves para participar en un campeonato. La primera que llegara hasta las puertas del sol se bañaría en sus rayos. El premio era simpático y estas competencias siempre despiertan interés en cualquier vecindario con alas. 

Así que todos se prepararon incluyendo al picaflor. Los demás lo miraron cuando se presentó a registrarse. Con esa talla de alas no llegaría a ninguna parte. El chiquito de las aves, el benjamín de la familia con plumas, había enloquecido según ellas y se divirtieron asistiendo de reojo a sus entrenamientos. ¡Claro que tenía derecho!
Lo gracioso es que ganó. ¿Cómo lo hizo?  Desde alguna parte de la tierra de los cuentos me han pedido que no lo diga… Kukuli piensa que una competencia es una competencia, también yo y el picaflor.
¿Pregunto amigos qué piensan? Si me lo hacen saber quedaré agradecida.

Nota. Tengo una oferta de mis cuentos con Kukuli. Si llaman al 936 772 833 a la señora Victoria se los dirá. Ella es la clave.


EL NIETO DE ILLAWANKA

El escándalo de ser un fraile enamorado, protagonista de un lío de faldas, marcó en apariencia la vida del fraile jesuita Blas Valera. En realidad la causa fue otra, las sospechas que despertaron sus actividades extrasacerdotales donde jugaron un papel importante los khipus.
Los coloridos cordeles con nudos llamaron la atención del resto del clero y de otras personas intrigadas por saber qué se traía el teatino, quien tenía un gran prestigio por sus dotes  como orador. Resultaba muy extraño que fuera visto en el Qosqo reuniéndose con miembros de las familias inkas, khipukamayuq y feligreses andinos. El escándalo que se suscitó de practicar amores culpables trató de cubrir sus verdaderas acciones, pero esa cortina de humo no fue muy convincente. Sobre todo porque nunca fue separado de la vida conventual.
Valera, que era de Chachapoyas, ingresó a la comunidad de los Hijos de Loyola por su clara inteligencia. Su madre fue bautizada como Francisca Pérez, pero es más posible que fuera Urpay, la hija del hanpikamayoq Illawanka. Oficialmente él hablaba español y latín, pero ella le enseñó a conversar con soltura en qechwa y su abuelo a practicar el arte de los khipus memoriales. Su idioma materno fue útil para los propósitos  de la orden religiosa. El problema se creó a partir de algo más trascendente, verse envuelto en un proyecto secreto, la reforma moral, social y cultural en el Perú.
Según la historiadora y paleógrafa italiana Laura Laurencich Minelli el escándalo suscitado trató de poner a cubierto sus reiteradas reuniones en la capital imperial con los tukuyrikuq, que eran fiscalizadores en la época inka, los khipukamayuq y miembros de la nobleza imperial, creando un inquietante movimiento neoinka cristiano.

Resultado de imagen para blas VALERAValera, señalado por algo que no cometió, fue pieza principal de  un movimiento que empleaba los khipus para sus comunicaciones más reservadas. De haber cobrado alas hubiera hecho tambalear a la Corona española. Organizó, se supone con conocimiento de sus superiores o hermanos de la orden, una sociedad secreta llamada Cofradía del nombre de Jesús, que no era religiosa y pretendía un trato justo para los hijos de esta tierra, suavizando una  evangelización deshumanizada y rígida, controlada por la Inquisición que se mantenía alerta para reprimir cualquier brote que no les pareciera santo.

En Qosqo compiló además datos valiosos para una obra: ‘Las Costumbres antiguas del Peru’, que no llegó a firmar y por lo mismo figuró como ‘la crónica del jesuita anónimo’ hasta la segunda mitad del siglo pasado. Parecería un lujo pero es la única que está escrita íntegramente en latín y qechwa, demostrando una  singular destreza y dominio de ambos idiomas.

Sin duda algo se filtró y lo castigaron suspendiendo sus obligaciones como sacerdote, para ocultar una conspiración que hubiera merecido una pena muy fuerte para el autor y la censura a la orden. Denunciado el fraile tuvo que irse a conventos del interior, en Qosqo, Puno y Potosí para enseñar el catecismo en qechwa a los niños y algo de la historia prehispánica. Sin embargo como llegó a ser blanco de conjeturas de subversión fue necesario que viajara a España.
Allá debió escoger entre dos penas, la muerte jurídica o la expulsión de la orden de los Hijos de Loyola. Valera eligió la primera, conservando su condición de jesuita, y fue borrado del mundo de los vivos en Valladolid, en 1597.


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