domingo, 21 de enero de 2018


KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES

Hubo un momento en que Kukuli demostró interés por los retratos. En sus telas quedaron impresos los rostros de compañeras de colegio, familiares y amigas. A la primera la pintó con una vikuña, a otra con una montera, a la tercera con una orquídea y en cada caso con un motivo. Después ella misma sería su modelo en diferentes posiciones y temas.  





VIAJEROS DE LA ESPERANZA

Mañana, la visita  del Papa Francisco será un grato recuerdo. Nos quedará por largo tiempo su sonrisa y su mirada con un candil de vida. Se ha acercado a todos rápidamente, antes de que se terminara un Padre Nuestro, pero ha dejado una huella de esperanza. Las etnias amazónicas le dijeron en Puerto Maldonado más o menos, ‘queremos que nos defienda, los foráneos insisten en quitarnos nuestro territorio, talan los árboles, nos persiguen, nos matan, no nos dejan vivir; queremos mantener nuestra cultura, nuestras lenguas, nuestras costumbres porque no queremos desaparecer; y dígale también a la humanidad que nos preocupa el sufrimiento de la tierra por el cambio climático, pues los animales mueren y el agua dulce se agota’. El Sumo Pontífice les dijo que son la memoria viva de la Amazonía, que fue a verlos porque representan una gran posibilidad de lucha contra la devastación de los recursos naturales y la fuerte presión de intereses económicos sobre lo que tienen,  petróleo, gas, madera, oro, generando abuso, trata de personas, violencia contra adolescentes y mujeres. En reconocimiento a su presencia el Papa recibió la corona de Apu con que se distingue a los hombres sabios. Su mensaje a los peruanos fue luchar por la esperanza, que nadie nos quite ese derecho y todo cuanto significa en el respeto a los demás y al planeta que es nuestro hogar.

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En este siglo el Papa Francisco volvió a traer para el Perú esas semillas de batalla como hiciera el Papa Juan Pablo II en el siglo veinte. Lo vi en la Basílica Catedral cuando llegó en 1985 y lo esperaban en la Plaza Mayor monjas de los monasterios de clausura y los frailes de las órdenes de Lima. Recuerdo el encuentro inolvidable por la comisión periodística que me dieron y a la que fui con el fotógrafo Ángel Calvo.

Su viaje a Qosqo pudo suspenderse aquel día, primero de febrero de lluvias, porque los torrentes del cielo se volcaron sobre la ciudad. Su avión logró aterrizar y su guía fue la avioneta que llevaba a Alcides Mendoza, el arzobispo de la capital imperial, quien se retardó en Lima por gestiones impostergables. Cuando quiso volar era imposible. El piloto de la avioneta que contrató le advirtió que el mal tiempo no lo permitía. Le rogó con desesperación y consiguió que lo intentara. Trataría de llegar a Arequipa pero si las nubes negras seguían cerrando el cielo habría que desistir. Entrevisté al monseñor y me contó que se encomendó a la Virgen del Carmen y al llegar a Sicuani una ráfaga abrió una rendija, justo por Paucartambo. Por allí se metió. El arzobispo no se enteró hasta después que el avión del Papa estaba haciendo lo mismo. Ya se iba a regresar a Lima cuando vio una avioneta que se  zambullía entre las brumas y la siguió con éxito.  

Lo demás fue historia. En Qosqo lo esperaban en Saqsaywaman miles de personas mojadas hasta los huesos. El Papa Juan Pablo II llegó en un papamóvil improvisado y lo recibieron con un cariño que lo hizo vibrar. El pueblo alfombró con flores de retama el trayecto del Aeropuerto Velazco Astete hasta el monumental grupo arqueológico. El Papa santo pasó hermosas horas en olor de multitud.

Esta vez he visto al Papa Francisco sorprendido ante un mar de manos moviéndose en un oleaje sin fin. En Puerto Maldonado se dio con la protesta de miles de peruanos acosados en su propia paqarina, 'lugar de origen'. En Trujillo, con otros miles del norte que sufren los embates de una naturaleza que no tiene piedad cuando golpea. En Lima heterogénea, ruidosa, miles de rostros verdaderos y falsos, máscaras tras las cuales se ocultan intereses y componendas, nunca el verdadero país. Antes del Angelus que quiso restaurar comentó la necesidad de no desanimarse y continuar apostando por la esperanza y por la paz. No se trata de remendar el alma sino de aguardar que vuelva a resurgir lo mejor que tienen los seres humanos, su capacidad de amar y sentirse hermanos como quería Jesús.  


Alfonsina Barrionuevo

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