
Recuerdo a la ciudad, espigándose en sus edificios, aire más puro, menos gente,
chales de bruma en invierno y en verano chorrillos de agua que bajaban de los
barrancos en Agua Dulce. El Doctor Porras me contestó que no tenía tiempo. Partía
esa misma noche a la Conferencia de Cancilleres Americanos en San José de Costa
Rica. Un último
viaje porque estaba muy enfermo, pero iba por el Perú. Nadie imaginó que volvería
sólo para irse definitivamente.
"Lo siento Doctor, qué pena", le dije y rápidamente
me contestó. "Pero, podemos hacerlo ahora". Me quedé estupefacta.
"¿Por teléfono?" Para mí no era fácil porque llamaba de un anexo del
Ministerio de Educación donde encontré trabajo mientras estudiaba leyes en San
Marcos.
"Alfonsina, vamos a ponernos frente al
palacio y yo se lo iré describiendo como si estuviéramos juntos. ¿Tiene un
lapicero?"
"Adelante Doctor, estoy lista", le contesté.
Fue una entrevista que duró más de media hora, sumamente rica en información
porque él conocía muy bien su arquitectura y su historia. En sus palabras sentí
el encanto del ambiente de esa casona montañesa que mandó construir a
principios del siglo XVIII el comerciante José de Torre Tagle y Bracho, hombre
de fortuna y buen gusto.
"Es un error encasillar su arquitectura en
diferentes estilos siendo enorme su parecido con las casas de Santillana del
Mar, ciudad que conserva su gran prestancia y señorío", comentó. "Los
azulejos que se notan en la entrada y en
la parte alta así como cierto arreglo en los arcos de la parte baja y los
corredores le dan un aspecto ligeramente morisco, limeño, pero la solemnidad de
su recinto es la misma de las casas montañesas."
Yo no tenía nada que preguntar sino apuntar. Era
toda una explicación magistral y tuve la gran suerte de recibirla. "El
Palacio sobrepasa las características de la casa colonial, compuesta de un zaguán
generalmente oscuro que ponía un tramo
de sombra entre la luminosidad del patio y la calle; luego la sala, el
traspatio, la cuadra. Esta consta de dos pisos, la parte alta con sus anchas
galerías sobre el patio, donde se distribuyen los amplios y suntuosos salones,
las pequeñas salas laterales, los dormitorios, el oratorio, y la parte baja
destinada a los menesteres comerciales."
En ese momento la voz de la operadora sonó imperativa.
"Voy a cortar. Está ocupando el anexo demasiado tiempo."
Yo no supe qué decir. Fue el ilustre historiador
quien solucionó el impase al identificarse. "Señorita, el Ministro de
Relaciones Exteriores está dictando unas notas. Hágame el favor de no
interrumpirme." Ella fue muy cortés. "Disculpe, Doctor, puede
seguir" y, muy extrañada me dejó abierta la línea.
"Seguimos, Alfonsina, en el zaguán existen unos
poyos provistos de argollas, que servían para atar los caballos, y de
escaleritas, para que subieran las señoras a sus cabalgaduras. Entramos al patio y en el ángulo izquierdo
existe un mascarón de proa, adorno que recuerda el cargo de Pagador Mayor de la
Armada que poseía el primer marqués y que fue hereditario en su familia. Esta
proa servía para pesar las mercaderías. Los cañones de la entrada eran símbolo
de nobleza y en ellos se colocaba una cadena, que la convertía en una "casa
de cadena". En casas como ésta podían asilarse los prófugos, ya que por
una real cédula la justicia no podía ingresar sin permiso del dueño.”
"La fachada, soberbiamente tallada en piedra
con motivos barrocos, lleva al centro el escudo nobiliario de los Tagle. Los
balcones primorosamente realizados dan una nota de suntuosidad al conjunto siendo
una característica de la arquitectura limeña, porque desde ellos se podía
atisbar la calle sin ser visto, una coquetería arquitectónica que se revela en
otros lugares de la casa, ingeniosamente disimulados, desde donde se puede
observar sin ser visto. Uno de los balcones es más grande que el otro,
particularidad también propia de las casas limeñas. En el piso alto destacaban
el gran salón, relativamente pequeño para su relieve, una hilera de piezas, el
comedor al frente y a su lado el oratorio, que en la casa limeña era colocado
junto a la cuadra (sala). Parece que se adoptó esta medida para facilitar el
ingreso de las personas del comedor al oratorio después de la comida para rezar
el rosario."
"En la arquitectura del palacio es notable la
mezcla de motivos coloniales con cierto primor barroco y algunos rasgos
andaluces vivaces con el atuendo y solemnidad de las casas de Santillana del
Mar."
"Doctor gracias
por su generosidad, me despedí al terminar. No le vi nunca más. Pero, cada vez
que leo la antología de Qosqo no puedo menos que evocar su presencia patricia,
mostrándome con cariño uno de los primeros ejemplares del Diccionario Qechwa de
Holguín, que era un tesoro para él, según dijo. Bastó verle una vez para saber como el Dr. Raúl Porras Barrenechea, más
que hispanista era un señor peruanista.
Alfonsina Barrionuevo
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