LA DESPEDIDA
DE LOS APUS
Debo confesar que la Pachamama del
Waqaypata me soprendió totalmente esa mañana. Primero cuando me preguntó cómo
quería que se fuera, luego cuando dijo que se iría por mis rodillas. En mi vida
de periodista he pasado por muchas situaciones. Esta era excepcional.
Me quede quieta y abrí los ojos en la
oscuridad cuando sentí algo que no esperaba. Alitas bajando desde mis rodillas
hasta el tobillo. Una sensación inenarrable. Así ella me estaba expresando su
cariño. Alas como si muchos pajaritos me tocaran sucesivamente. Al terminar una
ala mayor rozó mi mejilla derecha, una ala de viento. Al irse ella se fueron
los demás.
-¡Adiós, hijita, volveremos a
encontarnos!
-¡Nos gustó conocerte!
-¡Volveremos para conversar!
-¡Bienevenida a nuestra mesa!
Y yo repitiendo.
-Hasta la próxima señor Panpawayllo.
-Adiós Mamita de Lares.
-Gracias por venir, señor Potosí
Bolivia.
¡Adiós! ¡Adiós!
La próxima vez que vaya a Cusco espero
volver a encontrarme con ellos. Ahora será con José, el hijo de Mario haciendo
la invocación. ¡Será maravilloso!
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Del libro “Hablando con los Apus”
EDILBERTO
MERIDA Y SU SEMILLA
Tengo
un hermoso toro con furia de arcilla sobre sus cuatro patas. Me fascinó apenas
lo vi. De todas las obras de Edilberto Mérida era muy especial y logré comprarla, siendo de primera y única
mano porque no volvió a hacer otra. Tuve
la suerte de escribir las primeras notas sobre su arte en la revista “Caretas”,
en el diario “El Comercio” y en el
suplemento “Variedades” de “La Crónica”. Aunque él les llamaba figuras
grotescas yo insistí en darles una justa connotación como “barros de protesta”.
En
su primera exhibición tuvo una Ultima Cena con los Apóstoles y el mismo Cristo
con ch’ullu y ojotas. Para mí fue extraordinaria y saludé con entusiasmo al
artista que se atrevía a caricaturizar a Dios, afirmación que no le gustó.
Pensó que los miembros de la Iglesia Católica lo iban a excomulgar lo cual no
sucedió. Más tarde plasmó en el más noble de los materiales, pues el primer
hombre según las notas bíblicas fue hecho de barro, al Taitacha Temblores y
tuvo un éxito inusitado. Cusco había alumbrado un artista cuyos trabajos de
alto kilate fueron celebrados a nivel mundial.
El
t’uru rimacheq, “el hombre que hace hablar al barro”, como lo nombró el
periodista Hernán Velarde, apareció por
primera vez en una Feria Internacional del Pacífico hace muchos años.
En
sus últimos años Mérida siguió con alegría su afición a su arte. El destino le
obligó a residir en Lima por esa paradoja que quita al hombre de altura la
capacidad de jalar el oxígeno que mueve el mecanismo de sístoles y diástoles
del corazón. Ambos abrieron un taller donde ella crea sucesivamente obras para
nuevas exposiciones con el estilo del padre. Una propia de barros dorados. Los
recibimos con el mismo cariño deseándole que siga adelante en la segunda etapa
Mérida.
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