BUSCANDO EN EL MUNDO ANDINO
Me siento feliz
de estar nuevamente con los Apus y Pachamamas. Salir del mundo real para ir en su busca me renueva. Todo cuanto existe en la naturaleza está lleno
de vida, de sentimiento, de espíritu. Los nevados, los cerros, la tierra, los
árboles, el mar, las lagunas, los ríos, las estrellas, el cielo, forman un conjunto
de energías llmadas kawsay.
En miles de los
antiguos peruanos aprendieron a percibir sus vibraciones. Lluvia, viento,
oleaje, silbos, que les llegaban con voces llenas de sabiduría, ternura,
protesta o reproche.
Cuando terminó mi primera
sesión en la mesa mística de Mario Cama me llevó en su automóvil al hotel y
fuimos conversando de estas y otras cosas. Quise saber quién era él, cómo entró
a ser altomisayoq, quién le enseñó y cuánto ayuda estar hablando con ellos. su relato fue sencillo
pero muy importante para mí. Por primera vez
hablaba con un sacerdote andino y comenzamos por Qatqa, su lugar de
origen, digamos su paqarina, la localidad donde él nació…
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Del libro”Hablando con los Apus”. Alfonsina Barrionuevo
EL HISTORIADOR DE CÉSAR VALLEJO
Los niños de Santiago de Chuco deben aprender los
poemas de César Vallejo y sentir en la piel el cariño que aquel sentía por su
tierra. Por ese camino podrian valorar al vate universal y entrarían a su casa
como si fuera un templo, en silencio, tal como hacen los alemanes cuando
visitan la casa donde nació Ludwig van Beethoven.
Cuando grabé con José Luis Gonzáles un documental
sobre Vallejo que titulé: “Un Pueblo: Un Hombre”, porque entendí la estrecha
relación que guardó con su pueblo toda su vida, puse rosas en el dormitorio de
su madre, donde nació, mientras afuera
el sol derramaba lágrimas doradas en
el arbolillo de su patio. Para entonces
había leído todos sus poemas sintiendo vivo en ellos a Santiago de Chuco. En París la nostalgia por la tierra donde fue
feliz afloraba en sus versos.
Pasaron
los años y cuando tuve un nuevo programa, “Las Maravillas del Saber”, en el
Canal 2 Frecuencia Latina, don Oswaldo volvió a buscarme. Vino con mayor
confianza porque ya me conocía, desbordando siempre la satisfacción de recoger
los pasos del “shullka”. Tenía mucho que decir y, como yo dejaba que se desbordara
como un río, olvidé preguntarle por el Cristo que no sé dónde está ahora. Marco
infelizmente murió y no volví a verme con su esposa que pasaba la mayor parte
de su vida en los Estados Unidos.
En esa ocasión me reveló con gran alegría que había
descubierto la identidad de “la amada y
dulce Rita, de junco y capulí” a quien se refirió en uno de sus poemas. Era la
hija de un hacendado, que estaba en un colegio de Trujillo, y a la que César
Vallejo enviaba poemas y cartas. Ella tenía miedo porque las
monjas eran estrictas, pero se ingeniaba para contestarle. Por cierto, no se
llamaba Rita. El joven que estudiaba en
la Universidad, usaba ese nombre para
proteger el anonimato de su amada.
Don Oswaldo presentó en cámara, como una primicia, la
fotografía de la colegiala y explicó que fue sorprendida justamente con el
famoso poema. Las monjas enviaron una notificación a su padre y éste llegó de
Santiago de Chuco contrariado y se la llevó cortando sus estudios. En esa época
no les interesaba que las hijas estudiaran. Cumplían con una formalidad, como
una preparación para que se casaran después.
Mi
ilustre entrevistado buscó a “Rita”, en esa época ya una señora y al parecer
viuda. Ella le refirió sus inocentes amores y le habló del poema que logró
esconder en el oratorio del fundo que tenían. El afán de don Oswaldo los llevó
al lugar, fuera de Santiago de Chuco y buscaron en los resquicios que tenía el
altar principal. Quizá su padre lo descubrió antes y lo hizo desaparecer. En la
conversación reconoció que lo escribió
para ella y que estaba clara la alusión a su falda de franela que usaban en esa
época las niñas de colegio.
Mi última entrevista con don Oswaldo tuvo lugar en el
set de los ansumo o “nutrias de mar” en Pax Televisión. Había escrito un libro
valioso, con datos inéditos. Su encuentro con Georgette, la esposa parisina de
Vallejo, y su peregrinación al cementerio de Pére Lachaise donde descansa César
Vallejo. Habló poco por la fatiga de los años sin perder la vivacidad que por
momentos hacía brillar sus ojos. Para mí fue el último contacto con “el poeta”
redivivo en sus vivencias, sus júbilos, sus afanes, sus investigaciones. Hoy
están juntos en la eternidad y en Santiago de Chuco, su raíz.
Alfonsina Barrionuevo
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