domingo, 15 de agosto de 2021

 

SOPA PREHISTÓRICA

Los estudiosos calculan que hace unos setenta mil años América fue poblada. Si el teclado de mi computadora pudiera pensar se conmovería ante esa migración temprana. Madrugadas prendiéndose en los hombros de los caminantes en su errar. En  nuestro caso pasando el gran norte, el centro y arribando al cabo a esta parte.

Me pregunto qué comían nuestros antepasados cuando todo estaba por hacer. Cualquiera cosa. Peces de escamas plateadas que masticaba. Cogollos tiernos y jugosos arrancados de la vegetación. Aves que capturaba en medio vuelo, huevos crudos, setas delicadas. Su laboratorio era este territorio que fue creado al surgir los Andes. Por fuerza tuvo que ser un rudo científico envuelto en una piel. Vio brotar millones de veces las yemas en surcos incipientes, la mazorca. Del tamaño de un dedo meñique hasta que pudimos hincarle los dientes con una tajada de queso. Aprendió a combinar sabores y aromas. Llegó a ser el rey de su creación, el antiquísimo chef que regaló vía buzón del tiempo cientos de especies alimenticias un continente que envejeció peinando los rizos de un haba o un garbanzo.

Vayan estas notas como prefacio inicial de un artículo que en otro domingo escribí para mi blog de Perú…

 

SANO SABOR                          

La yuca le hizo un guiño al zapallo y preciosa, sin su funda áspera, entró en la calabaza. La papa coqueta se fue con el camote y le hizo cosquillas con sus risas. Las señoritas, una ostra muy delicada, les siguieron y también colitas de camarones. El mate se llenó de agua dulce y todos nadaron entre algas marinas y sal.       

En el Perú prehispánico se experimentó por primera vez la preparación de un chupe hace miles de años. La mano de una mujer levantó con ayuda de unas ramas desnudas piedras de río que había calentado al fuego. Estaban blancas por haber sobrepasado el rojo vivo y las echó adentro. Al caer un chasquido hizo temblar al agua, se formaron burbujas y comenzó a hervir. Ya entraría después hojitas de chincho para darle fragancia.         

Hasta entonces la gente había comido sus alimentos crudos. El nuevo potaje fue recibido ávidamente en otros mates y se chuparon los dedos. Desde entonces se practicó la tecnología en el norte y fue pasando de grupo en grupo. Aún no se había inventado la cerámica. Fue ingenioso dar un primer paso, adelantarse en lo que sería una culinaria surgida entre dos océanos. Lo mismo pasaría con la carne a la plancha, asada  entre dos piedras también al rojo vivo y con las palomitas del diminuto maíz, nuestro maíz confite, bautizado en el siglo XX como “pop corn” en los Estados Unidos.

Las primeras se tostaron en una camita de arena bien compactada, un hoyo más o menos profundo, donde el fuego volvió a hacer su parte. Lo limpiaron con la misma chala y al roce de la arena quemante salieron disparadas, en rositas que llenaron el estómago de los niños. Pasó un lago tiempo hasta que la arcilla se tornó  dócil y logró la consistencia necesaria para convertirse en recipiente y cocer cuanto podía zambullirse en su interior.  

Frutos acabaditos de domesticar al igual que los primeros en los que ensayaron mucho. Tiempos milenarios en que esta parte de América trabajaba tecnologías diversas que sorprenderían y ayudarían al mundo después hasta hoy. El planeta se sigue enriqueciendo con lo que regala el Perú con una generosidad que es un desperdicio.     

¿Culinaria del pasado, de un ayer grandioso que podría parecer una nostalgia del prodigios? Pues, no. Cuanto va de escrito es para presentar otras manos con el mismo movimiento en la parte sur de Ancash y el norte de Lima. Lo he visto muchas veces en mis viajes de tierra adentro y siempre me ha dejado perpleja comprobar que algunas tradiciones no se borran de la memoria de los pueblos. En las partes donde me he encontrado con este chupe recibe el mismo nombre, ¡pari! Un plato de sopa que se sirve en ebullición con las piedras ardientes.

Hay un glú, glú cantarino en los globos de aire que se forman en su contorno, De hecho hacen hervir el chupe por unos momentos. Hablé con las señoras de los pueblos. ¿Por qué lo hacían? ¿Se trataba tal vez de unas piedras especiales con sabor? ¿Cuál era su secreto? ¿Cuál, su propósito? ¿O había algún secreto en su preparación? Cada pregunta encendía siempre su rostro con el chispazo de una sonrisa. No había nada que contar. Las piedras eran selectas,  redondas, planas, porque habían sido  pulidas por el río. Por cierto que su presencia no era cocinar sus  ingredientes. ¿Quién lo haría en esta época con olla a presión, sartenes inteligentes con vientos a vapor, hornos a microondas? Entre las comunidades alejadas la costumbre es ley. Sólo para las grandes fiestas se prepara el pari con una unción que debe parecerse en algo  a nuestras remotas antepasadas. Faltaría a la verdad si lo afirmase. Las señoras encargadas de la mayordomía, que sirven el delicioso chupe a sus invitados sólo explicaron que era una herencia de sus tatarabuelas. La conexión la hice con unos datos que tomé de un arqueólogo que me hizo La explicación de un ribete que aparecía en un antiquísimo mate.

El pari es un chupe muy aromático. En una olla, con poco agua, hierve la karapulkra o papa seca con hierbas olorosas. En otras, individualmente, para que suelten su  sabor con diferentes hierbas las carnes que han reunido de res, cordero, gallina, cabrito –cuye, pato, gallineta, venado, etc.- Una vez que están bien cocidas se deshilachan. Los caldos se unen a la karapulkra y luego las carnes después el plato va a la mesa. El sello de otro mundo es nuestro, es el añadido que estremece. Una de las ayudantes se ocupa de colocar encima las consabidas piedras de río calentadas al blanco.

Una canchita previa, invitadora y suave abre el apetito mientras conversamos de la fiesta, de los santos o las santas, los conjuntos de danza, los adornos de la iglesia o las calles. Cuando llega mi turno me refocilo con el pari al encontrarlo en mesas diversas, en alturas distintas. No pregunten cómo llegó hasta allí. Aún no se ha inventado una máquina de tiempo. 

Alfonsina Barrionuevo

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